Federico Nietzsche

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Federico Nietzsche

Federico Guillermo Nietzsche (Röcken, 15 de octubre de 1844 – Weimar, 25 de agosto de 1900). Filólogo y filósofo alemán. Estudió en las universidades de Bonn y Leipzig. Fue profesor de Filología clásica en Basilea. Renunció a su puesto por enfermedad, iniciando su carrera literaria. Falleció en estado de enajenación mental.

Influido por Arturo Schopenhauer en su concepción sombría de la vida, sustituye la voluntad de negación de éste por una voluntad de afirmación. Su concepción de la tragedia griega como autorrenovación le lleva a la concepción de un superhombre más allá del bien y del mal. Para Nietzsche, la metafísica y la religión son ensoñaciones, pues la vida tiene su sentido en sí misma, en tanto que voluntad de acción.

Sus obras fundamentales son: El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872), Humano, demasiado humano (1876), La gaya ciencia (1882), Así habló Zaratustra (1883-1885), Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), El crepúsculo de los dioses (1888) y El anticristo (1888).

1. La crítica a la cultura occidental

Según Nietzsche, la cultura occidental está viciada desde su origen, porque el error más peligroso de todos consiste en intentar instaurar la racionalidad a toda costa. El error de la filosofía griega habría sido la invención del «estatismo del ser» (Parménides) y del «bien en sí» (Platón). La manera griega de ver el mundo es interpretada por Nietzsche como un síntoma de decadencia. Es decadente todo aquello que se opone a todos los valores del existir instintivo y biológico del hombre. Hay que criticar a Platón para eliminar los errores de base; se trata de una crítica total a los tres mundos que son inventados por el hombre occidental y que son síntomas de su decadencia: el mundo racional, el mundo moral y el mundo religioso.

1.1. Crítica a la moral.

Uno de los argumentos fundamentales de Nietzsche era que los valores tradicionales habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su tajante proclamación «Dios ha muerto». Estaba convencido que los valores tradicionales representaban una «moralidad esclava», una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el conformismo, porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Nietzsche afirmó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el «superhombre».

El error de la moral tradicional se caracterizaría por su antinaturalidad, ya que impone leyes e imperativos que van en contra de los instintos primordiales de la vida. Además, el ideal de esta moral es el imperio de la virtud, o «hacer al hombre bueno», aunque realmente convierta al hombre en esclavo de esa ficción.

La moral cristiana se consolidaría para Nietzsche como valor supremo, valor que no está en este mundo. La moral tradicional postula otro mundo, que es el mundo del más allá o de la perfección platónica, y los valores que han prevalecido hasta ahora son ficticios, propios de los débiles.

El moralista desprecia todos los valores del yo, siendo el altruismo la norma suprema de conducta. El altruismo es entregarse a los demás sin esperar nada a cambio. El altruismo no es más que una justificación de decadencia personal.

La lógica de esta moral consiste en una alteración de la personalidad, porque considera que lo poderoso y lo fuerte es algo suprahumano, y lo débil y lo vulgar es propio del hombre. Las acciones elevadas no son propias del hombre sino de otro yo más perfecto que se denomina Dios.

1.2. Crítica a la religión cristiana.

Dice Nietzsche que la religión nace del miedo y del horror que el hombre tiene de sí mismo. Se trata de la incapacidad de asumir uno su propio destino.

Cuando al hombre le invade un sentimiento de poder y teme quedar avasallado por él, mediante un mecanismo de defensa patológico lo atribuye a otro ser más poderoso que es Dios. Y es que la religión nos llevaría a la alienación del hombre, puesto que el cristianismo sólo fomenta valores mezquinos como la obediencia, el sacrificio o la humildad, sentimientos propios del rebaño. El cristianismo sería para el filósofo una moral vulgar, que se opone a todos los valores específicos de la virtud.

1.3. Crítica a la filosofía tradicional.

Su principal crítica está dirigida a la Metafísica clásica. La filosofía tradicional sería principalmente la que creó Platón al afirmar la existencia de un mundo absoluto o perfecto; pero esto es considerar al ser como algo estático o inmutable, frente al ser dinámico que defendiese Heráclito.

Pero sus reproches también apuntan a la Lógica, representante de las pretensiones racionalistas que hasta ahora ha tenido la tradición filosófica. Para el lógico, la verdad se opone al error y Nietzsche rechaza esta oposición alegando la existencia de errores irrefutables y verdades contradictorias. No atacará en general a la ciencia, sino más bien al mecanicismo y al positivismo que con tanto éxito se consolidan en su época.

2. Lo dionisíaco y lo apolíneo

A través de la distinción de dos principios fundamentales, Nietzsche ofrece una interpretación del mundo y la filosofía griega que tendrá un gran alcance en el pensamiento contemporáneo.

Dos dioses griegos, Apolo y Dioniso, serán los representantes de esta original visión. El primero representa la serenidad, claridad, la medida y el racionalismo, es la imagen clásica de Grecia. Dioniso es lo impulsivo, lo excesivo, lo desbordante, la afirmación de la vida, el erotismo y la orgía como culminación de este afán de vivir, decir sí a la vida a pesar de todos sus dolores. La influencia de Schopenhauer cambia de signo y en lugar de la negación de la voluntad de vivir, Nietzsche pone esa voluntad en el centro de su pensamiento.

El platonismo consistiría también en una cierta forma de voluntad de poder, consistente en defenderse del cambio y la transformación de este mundo mediante la noción de un Universo imaginario o suprasensible. El platonismo considera la verdad como única e inmutable. La filosofía platónica ha dado un valor desproporcionado a los conceptos, provocando la aparición de un mundo ilusorio y falso que ha ignorado lo vital.

Hay que ser conscientes del valor relativo que tienen los conceptos. El proceso de formación de un concepto para Nietzsche supone que una sensación pasa a una imagen mediante una metáfora intuitiva, y de la imagen se pasa al concepto mediante la fijación de esta metáfora. El lenguaje tiene un valor metafórico, resultado de un proceso creativo y estético, pero siempre tiene una verdad o validez relativa. No nos va a permitir captar la verdad de una forma absoluta, sino tan sólo superar el caos que produce en nuestra mente el intento de captar aquello que es de por sí cambiante.

La filosofía occidental, encabezada por Platón y Aristóteles, reprimió los planteamientos dionisíacos para ofrecer una visión del mundo apolínea. Nietzsche niega los ideales apolíneos y reclama el triunfo de los ideales dionisíacos mediante la utilización metafórica del lenguaje como expresión de la voluntad de poder. La negación de los ideales apolíneos implica la negación del principio de individuación, expresado en el platonismo por la idea de uno y sustituida en el cristianismo por la idea de Dios. Si negamos a Dios, negamos la idea de uno, y si negamos la idea de uno, negamos los ideales apolíneos y afirmamos la multiplicidad dionisíaca, de tal manera que cada cual pueda expresar su propia verdad y sus propios dioses.

3. El eterno retorno

Nietzsche depende en cierta medida del positivismo de la época y, a la vez que niega la posibilidad de la Metafísica, representa la pérdida de la fe en Dios y de la inmortalidad del alma. Esta vida que se afirma, que pide siempre ser más, que pide eternidad en el placer, volverá una vez y otra.

Pero el aspecto temporal de la vida, tan exitoso entre los románticos alemanes, es el eterno retorno de las cosas que ya se encontraba en las enseñanzas de Heráclito: cuando están realizadas todas las combinaciones posibles de los elementos del mundo, quedará todavía un tiempo indefinido por delante, y entonces volverá a empezar el ciclo y así indefinidamente. Todo lo que sucede en el mundo se repetirá igualmente una y otra vez, todo se repetirá eternamente y con ello todo lo malo y lo miserable.

En este horizonte de tiempos futuros por elaborar desde lo ya dado aparece una de las figuras fundamentales del pensamiento nietzscheano, el «superhombre». El hombre puede ir transformando al mundo y puede transformarse a sí mismo mediante una transformación de todos los valores, encaminándose hacia esa alegórica figura.

4. La transmutación de los valores tradicionales: el nihilismo.

La cultura europea ha llegado a su propia ruina, a la decadencia; hay que liberar al hombre de todos los valores falsos, devolviéndole el derecho a la vida y a la existencia. Para ello, el primer paso debe consistir en una transmutación de todos los valores de nuestra cultura tradicional.

El nihilismo no consiste en una teoría filosófica o en una proposición teórica, sino que es un movimiento propio de nuestra cultura. La fuerza del espíritu de occidente, cansado y agotado por los valores inadecuados y falsos de su «verdadero mundo», se vuelve nihilista. El nihilismo del espíritu occidental es radical y absoluto y, una vez perdida la fe en el «verdadero mundo», la cultura se queda sin sentido, sin guía o meta aparente, entonces se llega a la decadencia o al pesimismo.

El nihilismo es una fuerza destructora de la base de la cultura occidental, de ese Dios cristiano en el que se apoya la moral y el conocimiento del hombre.

5. La moral de los señores

Nietzsche tiene especial enemistad con las éticas kantiana del deber, la utilitarista y sobre todo con la ética cristiana y valora la vida sana, fuerte, impulsiva y con voluntad de dominio. Todo lo débil, enfermizo y fracasado es malo, pero la compasión es el peor mal.

Distingue dos tipos de moral:

- Moral de los señores: la de las individualidades poderosas que tienen superior vitalidad y vigor para consigo mismas. Es la moral de la exigencia y de la afirmación de los impulsos vitales.

- Moral de los esclavos: la de los débiles y miserables, la de los degenerados, regida por la falta de confianza en la vida, porque valoran la compasión, la humildad y la paciencia. Es una moral del resentido, que se opone a todo lo superior y que por eso afirma todos los igualitarismos.

6. El superhombre

Piensa Nietzsche que el hombre es un ser miserable e inmundo, un ser a medio hacer, un puente entre la bestia y el superhombre, un paso de la pura animalidad a la superhumanidad. Es su destino, pero en su recorrido evolutivo poco ha sido todavía lo alcanzado.

El hombre es como una enfermedad en el universo, y es el único animal que todavía no ha llegado a consolidarse. La vida humana conlleva un grave riesgo: o vencer al hombre mediante la superación, o volver a la animalidad primitiva. Mientras todos los animales han producido algo superior a ellos, el hombre se resiste a evolucionar, no quiere abandonar los valores del pasado y dar un nuevo sentido a la humanidad. Está pues, a diferencia del animal, vuelto al futuro y concibe ideales, cuenta destinos. Habría según Nietzsche tres versiones del ideal humano: el ideal estético, donde el ideal humano es interpretado como tragedia, donde se armonizan lo dionisíaco y lo apolíneo. Lo dionisíaco representa la embriaguez desenfrenada de vivir y lo apolíneo representa la armonía de forma y el resplandor de la belleza. Pero también el ideal científico, que concibe el ideal humano como sabiduría: el hombre sabio conoce la realidad del mundo con todas sus miserias, y por eso afirma enérgicamente la vida. Por último, el mayor ideal, el superhombre, donde se integra y sintetiza el radical cambio de valores que propone Nietzsche.

Las masas se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de «eticidad maestra» que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano «envilecido» por la docilidad cristiana, excepto de aquéllas que él juzga vitales.

Nietzsche sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la «voluntad de poder». La voluntad de poder no es tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Tal capacidad se manifiesta en la autonomía del superhombre, en su creatividad y coraje.

Para llegar al superhombre, el hombre europeo tiene que autosuprimirse, y este proceso debería pasar por tres fases:

- El camello es el símbolo del hombre europeo actual, que todavía está impregnado de la moral de esclavos y que soporta el peso de la carga con paciencia.

- El león en cambio es el símbolo del hombre revolucionario, el que se levanta contra la moral de los esclavos. A su vez, el león después de romper las cadenas de la esclavitud tiene que transformarse en niño.

- El niño simboliza la pureza e inocencia de la infancia, desde la que se recrea la nueva tabla de valores.

El superhombre representa esa nueva tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de la Tierra y la exaltación de los instintos ascendentes. El hombre, para convertirse en superhombre, ha de expulsar de su interior a Dios. No se trata de una divinización del hombre, sino todo lo contrario, una sustitución de Dios por el superhombre, de tal forma que éste se convierta en un ser con plenitud de poder y de dominio sobre sí y sobre los demás. Pero esta transformación requiere de una voluntad de dominio, de agresión y de sentimientos hacia lo ajeno, la «voluntad de poder» (El pensamiento de Friedrich Nietzsche (1844-1900)).

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