Gaspar Melchor de Jovellanos

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Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, enero, 1744 - Puerto de Vega, noviembre, 1811). Hijo de una familia de la pequeña nobleza gijonesa, estudió en Oviedo, Ávila y Alcalá, en cuyo colegio de San Ildefonso se doctoró en cánones.

Tras finalizar los estudios, después de tentar la suerte como profesor de la Universidad, y dudando de si seguir la carrera eclesiástica, con una canonjía, ingresa finalmente en la Administración, al ser nombrado en 1767 para desempeñar el cargo de alcalde del crimen en la Real Audiencia de Sevilla. Allí se dirige con quien va a ser durante varias décadas su secretario, Ceán Bermúdez. Alcanza notoriedad entre los jóvenes poetas del Grupo de Salamanca (Meléndez, Moratín...), a quienes lidera, y ascendido como juez de Corte, ocupa cargos en la práctica totalidad de las instituciones más relevantes: Academias de Historia, de la Lengua, de San Fernando, de Cánones; la Matritense y el Banco de San Carlos. Tras la muerte de Carlos III, con Carlos IV es apartado de la Corte desviándole hacia tareas "menores" en Asturias, oficios que acabarán siendo de gran trascendencia: minería, carretera de Asturias-Castilla... Los jovellanistas hablan aquí de un exilio encubierto.

En Gijón funda el Real Instituto Asturiano, con el que pretende instaurar un nuevo régimen de estudios profesionales (algo parecido a oficiales de Marina e ingenieros de Minas), distintos a los universitarios, además de favorecer el desarrollo de la región.

En 1797, tras su nombramiento en octubre como embajador en Rusia, cargo que no llega a asumir, fue nombrado al mes siguiente secretario de Gracia y Justicia, donde intenta la reforma del Tribunal de la Inquisición y de los planes de estudio de la Universidad, pero sólo pudo ocupar el cargo durante ocho meses, al ser envenenado, según parece, y por las persecuciones que se reiniciaron contra los reformadores ilustrados, como Cabarrús, Meléndez Valdés o Francisco Saavedra (ministro cesado también en el mismo periodo, junto con el asturiano, en el equipo de gobierno bajo la presidencia de Godoy).

Se le acusó de ser próximo a las doctrinas del Contrato social de Rousseau (realmente Jovellanos admiraba el Emilio pero no tanto el Contrato social) y por esto, por la rivalidad que mantenía con la política española de fin de siglo y por una persecución sorda que se seguía contra él (se cursó una delación secreta contra la actividad que venía desarrollando en el Instituto Asturiano de Gijón), y, en el fondo, por la actitud reformista abierta que mantenía, aunque en realidad por causas cuyos detalles permanecen en la oscuridad de las decisiones de aquel gobierno, fue encarcelado, y deportado a Mallorca, en marzo de 1801. Tras el golpe de Estado de Fernando VII contra Carlos IV, el nuevo monarca libra la orden de liberación, coincidiendo con la invasión francesa (1808).

El gobierno de José Bonaparte y el propio Napoleón tratan de ganarle para su causa, y le ofrecen el ministerio de Interior. Jovellanos, con una salud muy deteriorada, lo rechaza y toma partido a favor de los sublevados, en una guerra no sólo injusta, sino ignominiosa para la nación a cuyo nombre se lidiaba. Su actitud queda clara a través de su correspondencia: ¿Qué es lo que usted entiende por nación en esta horrible frase?, -le dice al Cabarrús afrancesado-, ¿Puede entender otra que los españoles, que son sus... conciudadanos? Pues ¡qué!, ¿España no sabrá mejorar su Constitución sin auxilio extranjero? Napoleón sólo quiere levantar un trono para su familia. Yo no sigo un partido, sigo la santa y justa causa que sostiene mi patria..., le recuerda al general francés Sebastiani.

En Asturias se le nombra, junto al joven militar Camposagrado, representante por el Principado en la Junta Central, entre 1808-1810. Allí desarrolla una labor importantísima como ideólogo y referente intelectual muy respetado, y contribuye de modo esencial a la convocatoria de Cortes (las que van a ser Cortes de Cádiz). Retirado de la Junta Central, muy mermado de salud a causa de otra persecución por falsas acusaciones contra los centrales, es retenido en Galicia entre 1810 y 1811, llegando por fin a Gijón en agosto de 1811, pero en noviembre las tropas francesas, que amenazan de nuevo la ciudad, le fuerzan a embarcar en un bergantín vizcaíno que acaba naufragando en Puerto de Vega (Navia), donde tras una pulmonía, según parece, muere entre el 27 y el 28 de noviembre de 1811. El 24 de enero de 1812 las Cortes de Cádiz le nombraron benemérito de la patria. Su obra va desde la poesía y el drama hasta el ensayo, donde alcanza una importancia de primera fila en las letras españolas. Lejos de la especialización, filósofo ilustrado, trata temas jurídicos, económicos, estéticos, pedagógicos, políticos, religiosos, morales, históricos. Dos obras no pueden dejar de mencionarse: El informe sobre ley agraria y En defensa de la Junta Central.

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