Ramiro de Maeztu

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Publicista y conferenciante español, nacido en Vitoria el 4 de mayo de 1875; supónese murió —arrancado violentamente de la cárcel de las Ventas, de Madrid— la noche del 28 al 29 de octubre de 1936, en Aravaca, donde perecieron otras numerosas víctimas de la revolución marxista. En cuanto a su producción literaria, es de notar que fue densa y perdurable, aunque no voluminosa. A cuatro libros publicados en vida puede reducirse, a los que cabe añadir volúmenes póstumos. Y en el centro, su obra cumbre, su obra maestra: Defensa de la Hispanidad. Esta obra está constituida por la recopilación de una serie de magníficos artículos que vieron la luz en la revista Acción Española, en la que, con Ramiro de Maeztu, agrupáronse, a partir del año 1931, las más destacadas figuras del pensamiento monárquico español. Acción Española significó, por vez primera en España, desde el siglo XVII, la voluntad de oponer una doctrina contrarrevolucionaria y de auténtico espíritu hispano a la dispersión disgregadora del escepticismo y a la falsa filosofía histórica y política. Inspirado por Vegas, Maeztu dirigió la revista. Al aparecer dicha obra, que ha sido calificada de «auténtico breviario del nuevo patriotismo», su autor concibió el propósito de completarla con una trilogía que encerrara totalmente su credo político. Así, tenía planeada su Defensa del espíritu, para emparejarla con la Defensa de la Hispanidad, y proyectaba escribir el libro de la Monarquía como amparadora de la justicia y de la libertad cristiana. Durante su permanencia en la cárcel, Maeztu escribió numerosos capítulos de la Defensa del espíritu —cuyos comienzos habían sido ya publicados en Acción Española, en forma de artículos—, hasta terminar la obra, cuyo manuscrito desapareció. El Tratado de la Realeza permaneció totalmente inédito en la mente de su autor. Durante los seis meses que precedieron al Alzamiento Nacional, colaboró asiduamente en La Época, bajo el seudónimo de Cualquiera. El periodismo de Maeztu distinguióse siempre por su valentía y sus ataques contra la obra negativa de los gobernantes de la República, hasta el punto de que él mismo tituló genéricamente Contracorriente a los artículos que, en colaboración periódica, enviaba a la Prensa de provincias. Su espíritu de luchador incansable, dinámico y activo, le llevó a realizar intensas campañas de propaganda oral, habiendo pronunciado más de un centenar de conferencias por toda España, anunciando y denunciando a las masas los peligrosos derroteros del régimen implantado el 14 de abril de 1931. Lo mismo en sus discursos que en Defensa de la Hispanidad, y en sus últimos artículos mencionados, Maeztu se nos muestra, además de metafísico y político, apologista del catolicismo, faceta ésta que comparte con Chesterton, de quien tenía también el humor, sólo que manifestado principalmente como conversador y orador, y no como prosista. Ramiro de Maeztu comprendiendo que el momento de la muerte que presentía estaba ya demasiado próximo, accedió a la reiterada invitación de José Luis Vázquez Dodero —uno de sus discípulos más jóvenes y más destacados, al que profesaba entrañable afecto paternal—, refugiándose en su casa en la noche del 17 de julio. Y en aquel domicilio de la calle de Velázquez, el maestro y el discípulo fueron descubiertos y detenidos el 30 de julio de 1936. Todos sus presentimientos se agolparon de pronto en el claro cerebro del genial pensador. «Podéis matarme cuando queráis... Tengo más de sesenta años y ya he hecho todo lo que tenía que hacer en la vida...», dijo, en presencia de su amigo, a los milicianos que le prometían la muerte. La llegada oportuna de unos policías, todavía en activo, aunque afectos a la causa nacional, les libró de momento del seguro cumplimiento de aquellas promesas. Después de unos días de detención, fue trasladado a la cárcel de las Ventas, donde, el 3 de octubre, sufrió altivamente los vejámenes de un grupo de anarquistas. Hasta una treintena de detenidos —entre otros, Santiago Magariños, el P. Romañá, Fernández Hontoria, Vázquez Dodero, &c.—, presenciaron aquel día una escena inolvidable. Guillermo Huelin, con serenidad y arrogancia, dijo que era monárquico tradicionalista, y que estaba absolutamente identificado con el Movimiento Nacional. Impresionado ante tanto valor, Ramiro de Maeztu le felicitó, emocionado; él, por su parte, había ya expresado con plena entereza sus convicciones. Pocos días después apareció en El Sindicalista una nota recordando que Ramiro de Maeztu estaba preso y todavía con vida. En la noche del 28 al 29 de octubre de 1936 se hizo en la cárcel de las Ventas, de Madrid, donde estaba encerrado Maeztu, una saca de presos políticos condenados, sin proceso, a muerte. Maeztu, percatado de que al fin había llegado su momento, pidió la absolución a un sacerdote, preso como él. Con seguridad plena no se tiene noticia de nada más. La leyenda le atribuye, con grandes visos de verdad, su frase última: «¡Vosotros no sabéis por qué me matáis! ¡Yo sí sé por qué muero: porque vuestros hijos sean mejores que vosotros!» Últimamente se da como cierto que murió fusilado, con gran número de personas de derecha, en Aravaca, en la madrugada del 29 de octubre.

Ramiro de Maeztu Whitney, 1875-1936 - Filosofía en español