Religión

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En la tradición dos son los sentidos que se han atribuido al término Religión. Cicerón, en De natura deorum, II - 28, afirma que la religio proviene de relegere, en tanto que opuesto a neglere (descuidar); es decir, releer, cuidar o vigilar los ritos y libros tradicionales. Otra es la versión de Varrón, Lactancio (Divinae Institutiones IV-28) o San Agustín, que entienden la religión como religare, es decir, reunir o atar al hombre con Dios. Así, para el Obispo de Hipona el cristianismo era un progreso frente al delirio politeísta de Roma, como afirma en La ciudad de Dios.

En El animal divino, Gustavo Bueno ofrece una revolucionaria interpretación de lo que sean las religiones, tratando de descubrir cuál pueda ser el fondo de verdad que las anima, considerando a las religiones como un fenómeno social y cultural incontestable cuya importancia nadie puede subestimar. La tesis fundamental de este libro tiende a desvincular el lazo que las religiones superiores establecen entre Dios y la religión, para tratar de demostrar que la fuente de la religión no hay que ponerla en Dios o en los dioses, ni tampoco, por supuesto, en los hombres. El libro ofrece una interpretación histórica de la religión: no tiene sentido decir qué es la religión, como si fuera algo permanente, sino cómo se desarrolla. La nueva teoría que se ofrece en este libro consiste, en efecto, en establecer tres fases históricas del desarrollo de la religión, fases que son sucesivas, sin que por ello las anteriores queden borradas por las posteriores, puesto que una fase determinada puede reaparecer o subsistir con otras.

Ídolo de Trois-Frères: rostro de mochuelo, barba de bisonte, orejas de lobo, astas de ciervo, extremidades anteriores de oso, piernas y genitales humanos, y cola de caballo

El materialismo filosófico sostiene, frente a las concepciones teológicas (que defienden la religión como una relación del hombre con Dios), que en su origen histórico las religiones nada tienen que ver con Dios (idea muy tardía que resultaría anacrónico utilizar hablando del hombre prehistórico).

Las religiones brotan de una relación originaria de los hombres con otras entidades no humanas pero dotadas de percepción y de deseo, que se identifican, no con fantasmas (extraterrestres, demonios, ángeles) sino con ciertos animales que se enfrentan al hombre desde la época paleolítica y cuyo reflejo se encuentra en las pinturas rupestres de las cavernas (religión primaria). Estos animales representaban para el hombre paleolítico, y lo encarnaban realmente, el papel de númenes, es decir, de entidades que, sin ser humanas, eran, sin embargo, centros de voluntad y de entendimiento, entidades a las que había que engañar, rogar, obedecer o matar.

Esta fase primaria de la religión se acaba con la domesticación de los animales. Las figuras animales representadas en la bóveda de las cavernas se proyectan ahora en la bóveda celeste: es la fase de la religión secundaria, religión de los dioses, religión mitológica. «El hombre hizo a sus dioses a imagen y semejanza de los animales» y no a imagen y semejanza del hombre, como dijo Feuerbach. Las religiones secundarias se constituyen, a partir del Neolítico, como una transformación de las religiones primarias, determinada por el progresivo control que los hombres llegan a tener sobre esos animales divinos. Las religiones secundarias cubren toda la época de las religiones supersticiosas, que dan culto a las figuras antropomórficas o zoológicas que llenan el panteón del Egipto faraónico, de las culturas hindúes, chinas, mayas, &c.

«Tiburón» (de Steven Spielberg, año 1975), un ejemplo de «cine religioso primario»

La fase de la religión mitológica es una fase de transición esencialmente falsa, un delirio de la imaginación que se irá descomponiendo lentamente ante la crítica racional de las llamadas «religiones superiores» (la fase terciaria, las religiones filosóficas), cuando los númenes animales sean sustituidos por un Dios único e incorpóreo. Pero justamente en la fase terciaria, la fuente de la religiosidad ya se ha extinguido: ese Dios incorpóreo, el «dios de los filósofos», es un ser al que no se puede rezar, y que no puede hablarnos. La crítica al antropomorfismo y el zoomorfismo religiosos, llevada a cabo principalmente por la filosofía griega, conduce pues a las religiones terciarias, de signo marcadamente monoteísta, y que constituyen el umbral del ateísmo.

Las llamadas religiones superiores (judaísmo, cristianismo, islamismo) mantienen el componente monoteísta, pero complementado por doctrinas «positivas» sobre una supuesta revelación que, de hecho, da lugar a la transformación de los fenómenos religiosos en superestructuras sociales o políticas (principalmente la formación de Iglesias, con sus cultos, ceremonias, dogmas, &c.) cuyo funcionalismo alcanza grados muy altos.

La copulación en forma de lluvia de oro entre Zeus y Danae que da lugar a Perseo, Tiziano 1553, Museo del Prado

Entre estas religiones positivas, el Catolicismo, recogiendo la herencia de la tradición filosófica griega y el derecho romano, es considerado por el materialismo filosófico como la religión más racional, frente al fanatismo musulmán o el irracionalismo protestante, luterano o calvinista. Desde una perspectiva filosófica el catolicismo «se salva» por el racionalismo implícito en la institución de la Teología dogmática.

Particular interés ofrece la pervivencia en nuestra sociedad de las fases primaria y secundaria, y los indicios de un renacimiento de las mismas, en la forma de los sentimientos de interés por los animales (la Etología es presentada como la Teología de nuestros días) que se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de la constitución de frentes de liberación animal, sociedades protectoras de animales y buena parte de movimientos ecologistas, así como en la visión demoníaca de los animales en la literatura o el cine, así por ejemplo en la película «Los pájaros» o en la serie de televisión «V». Se interpreta el creciente interés por los extraterrestres, los ovnis, &c. como un renacimiento de la religión secundaria.

Dada la situación efectiva de la Humanidad, transcurrido el segundo milenio del cristianismo, puede decirse que los pueblos no están preparados para organizarse socialmente bajo los auspicios de un racionalismo filosófico y ateo; por consiguiente se hace preciso evaluar el grado de racionalismo actuante en las distintas confesiones religiosas realmente existentes.

«Superman Returns: El regreso» (de Bryan Singer, año 2006), un ejemplo de «cine religioso secundario»

Desde el punto de vista histórico, e investigaciones recientes lo confirman, el irracionalismo luterano conduce en línea directa al racismo, al imperialismo depredador, al antisemitismo, al nazismo y a las cámaras de gas. Gracias en buena medida al petróleo que consume Occidente, el fanatismo islámico está cada vez más organizado sobre la superficie de la Tierra, en la que parece estar constituyendo un frente común contra el cristianismo, y constituye un verdadero peligro para la Humanidad.

Las religiones superiores son incompatibles entre sí, y el supuesto irenismo predicado desde las diversas confesiones sólo tiene viabilidad, de acuerdo con la parábola de los tres anillos, precisamente cuando se eliminen todos los contenidos positivos, irracionales y dogmáticos de cada religión y, por tanto, cuando éstas religiones desaparezcan como tales.

El materialismo filosófico entiende que la esencia de la religión tiene su núcleo en el eje angular, en tanto que la religación sólo puede producirse con seres no humanos (un hombre divinizado dejaría de ser hombre). Sin embargo, su cuerpo o determinaciones positivas de la esencia, y su curso o desarrollo, se desenvuelven entre el eje radial y el eje circular (ceremonias litúrgicas). Así, el núcleo de la religión se sitúa en los animales del Paleolítico superior, en tanto que vistos como númenes por los hombres primitivos (religión primaria). La extinción de la fauna del Pleistoceno y la domesticación de los animales daría lugar al politeísmo, a unos númenes carentes de referentes positivos, y «antropomorfizados» -el hombre sería dominador de los animales- (religión secundaria), para después llegar al monoteísmo, donde el Dios al que se da culto apenas tiene referenciales «fisicalistas» (religión terciaria) y se convierte básicamente en una religión civil que religa (de aquí proviene la etimología latina) a los creyentes, y que sería la antesala del ateísmo.

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