Valentino

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Valentino (ca. 100-ca. 165), nació en Alejandría, donde profesó hasta 135, se trasladó a Roma, donde vivió propagando su doctrina hasta 160, y falleció en Chipre. Valentino fue uno de los principales representantes del gnosticismo especulativo y el que introdujo en esta dirección más abundantes elementos filosóficos, con ayuda de los cuales edificó un complejo sistema. Influido por Platón —o, mejor dicho, por el platonismo ecléctico pitagorizante— y por algunas doctrinas estoicas, Valentino mezcló las tesis filosóficas con una parte de la gnosis mitológica, en particular la de los ofitas. Los rasgos filosóficos se encuentran en la concepción del Padre o Abismo como ser absolutamente uno, espiritual, innominable, fuera del tiempo y del espacio; en el uso de los conceptos de Nous (Inteligencia) y Aletheia (Verdad, Descubrimiento) —fuentes del Logos y de la Vida y a su vez origen del Primer Hombre y de la Iglesia—; en la posibilidad —sugerida por Tertuliano— de comparar los eones formados por el Abismo y engendrados por la unión de otros eones —por ejemplo, el Verbo y la Vida, y el Primer Hombre y la Iglesia— con las ideas platónicas; en el uso del concepto de emanación con el fin de explicar la producción de los eones. Los motivos mitológicos se hallan en la descripción de la caída, redención y ascensión de Sofía —descripción parecida a la que se encuentra en la obra Pistis Sofía—, así como en la introducción del momento dramático en la explicación del universo. Jesucristo aparece en el sistema de Valentino como el Purificador, como un eón que desciende a la tierra y redime a los capaces de regresar al mundo de los espíritus, el único mundo que podrá subsistir en el Pléroma perfecto, pues todo lo demás —lo irredimible, la materia— perecerá en una inmensa conflagración.

Valentino supone que al comienzo había un principio masculino, el Padre o el Abismo, al que se agregó un principio femenino, el Silencio. La unión de los dos dio origen al Nous y al Descubrimiento (Verdad). Los cuatro principios forman inmediatamente la primera Tétrada, pero los diversos elementos se unen entre sí y van engendrando otros principios y realidades. A la Tétrada sigue una Ogdoada; de ella surgen los eones y se constituye una Pléroma. Pero esta serie de producciones no desencadena aún el drama; éste surge por el deseo de Sophia de conocer la naturaleza del Primer Abismo. El afán de conocimiento es, de este modo, el primer indicio de una rebelión que constituye el motivo del proceso dramático y también el motivo del intento de restablecer la situación originaria, el Orden esencial del Pléroma. No es extraño que poco a poco se fuera acentuando el dualismo de los gnósticos y que inclusive este dualismo fuera el que caracterizara la esencia de la gnosis. No obstante, el dualismo gnóstico se distingue del dualismo maniqueo en que, en todos los casos, el drama del universo está ya previamente, intelectualmente, resuelto por la mayor potencia y realidad del Principio bueno y superior.

Según H. Leisegang, la escuela de los valentinianos se dividió en dos ramas: la oriental, que se extendió especialmente por Egipto y Siria, y contó entre sus miembros a Bardesano de Edesa, Axionico y Marco, y la occidental, que contó entre sus miembros a Secundo, Ptolomeo (el gnóstico) y Heracleon.

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