Abstracción

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En general, la abstracción es aquel proceso por el cual consideramos aisladamente algo. Abstraer significa fundamentalmente separar, apartar.

Desde la filosofía tradicional, la abstracción se ha entendido como aquel proceso mental por el cual formamos conceptos generales. La inteligencia humana prescinde de unas determinadas propiedades de los objetos y considera sólo aquellas que son esenciales. Por ejemplo, para poder formar el concepto de triángulo, debemos separar aquellas propiedades que diferencian a los triángulos entre sí (sus áreas, las longitudes de sus lados, el ser equilátero, isósceles o escaleno, etc.) de aquellas otras que lo definen, es decir, de aquel conjunto de propiedades que simultáneamente convengan a todos los triángulos y sólo a ellos (en este caso, el ser un polígono y el tener tres lados). Estas últimas son las que constituyen la intensión (o comprensión) del concepto de triángulo. La abstracción como teoría explicativa del origen de los conceptos tiene el inconveniente de no resolver el siguiente problema: ¿cómo podemos identificar las propiedades que definen un concepto si previamente no lo poseemos? Siguiendo con el ejemplo anterior, dado un conjunto de polígonos que incluye triángulos no determinados todavía como tales, ¿qué criterio emplearemos para seleccionar unas propiedades y dejar a un lado a otras si antes no poseemos el concepto de triángulo? ¿Por qué no agruparlos según el color con que están dibujados?

Si admitimos la abstracción como algo ligado esencialmente a los conceptos, no resulta extraña la tesis de que el hombre es el único animal poseedor de inteligencia abstracta, puesto que es el único (al menos de los que conocemos) capaz de pensar mediante conceptos. Asimismo, algo tan estrechamente ligado al pensamiento conceptual como el lenguaje humano tiene una dimensión abstracta, ya que en él se hallan componentes terciogenéricos o ideales (los que forman parte del sistema de la lengua de Fernando de Saussure).

En otros contextos, el término «abstracto» está considerado peyorativamente al poderse vincular al pensamiento unilateral y a la metafísica, a un estilo de pensamiento opuesto a la dialéctica. Desde esta perspectiva, pensar abstractamente equivaldría a dejar a un lado las relaciones reales que se dan entre las materialidades concretas, lo que implica ofrecer una visión mistificada del mundo.

En un sentido más específico, se hace referencia a la abstracción matemática como aquella operación mental por la que nos desentendemos de las cualidades sensibles de los objetos para considerar solamente sus determinaciones cuantitativas. Por ejemplo, el número tres no representa tres objetos concretos (tres árboles o tres caballos) sino una pura cantidad abstracta (tres en general, en abstracto). Asimismo, se afirma que las ciencias formales (la lógica y la matemática) son abstractas (o al menos las más abstractas) ya que dejan a un lado los contenidos empíricos y atienden sólo a la forma.

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