David Hume

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David Hume

David Hume (1711-1776). Filósofo escocés, culminación del empirismo. Estudió Jurisprudencia, y siendo joven se trasladó a Francia, donde se convirtió en secretario de la Embajada inglesa en París, entrando en contacto con Juan Jacobo Rousseau y los enciclopedistas. Su obra más importante es Tratado de la naturaleza humana (1734).

La filosofía de Hume parte de un empirismo rígido: todo lo que conocemos se origina en la experiencia externa, en forma de impresiones en nuestros sentidos. De la reproducción de estas impresiones se forman las ideas, único conocimiento abstracto existente. Una vez reducido el mundo a impresiones e ideas, no tiene sentido la noción de sustancia como algo distinto de las cualidades que nos llegan, y, en consecuencia, la causalidad ligada a ella no es más que una regularidad de casos particulares que nada implica como necesario. Asimismo, la moral, una vez negada la idea de causa y la de verdad, no depende del Bien, sino de la costumbre.

Falleció el 25 de Agosto de 1776.

Antes de Hume nadie puso en cuestión la máxima en la que se afirma que todo lo que comienza a existir debe tener una causa de su existencia; es decir, nadie puso en tela de juicio la idea de causa y el consecuente efecto de la misma.

Tras los agudos y difíciles análisis del filósofo inglés, la relación de causa y efecto queda como algo oscuro y confuso a más no poder; hasta tal punto que la relación causa-efecto queda negada para las entendederas del filósofo escocés, considerando falaces y sofísticos los argumentos de los filósofos que afirman su existencia. La dificultad que plantea Hume a este argumento en pro de la existencia de las causas es cómo en una existencia donde el espacio y tiempo no están determinados por una causa que fije su rumbo pueden surgir las causas, y «cuándo» y «dónde».

Afirmar que algo se ha producido sin causa no quiere decir que ese algo sea causa de sí mismo como objeto autodeterminante. Además, decir que una causa es causa de sí misma no es negar la idea de causa. Así, para Hume un objeto incausado no es fruto de su propia causa, no se autodetermina causalmente, como si se diese la existencia a sí mismo por mediación de la noción de causa.

Hume considera que es una frivolidad cuando se afirma sin más que la idea de efecto lleva implícita la idea de causa, porque un efecto siempre está necesariamente relacionado con una causa; pero esto no es suficiente para demostrar que todo ser está determinado para existir por una causa, ya que la relación causa-efecto no se puede mostrar ni demostrar, pues si de dicha relación no tenemos impresiones no podemos tener, por consiguiente, ideas que broten de las mismas.

Nadie, al entender de Hume, ha tenido impresión de una causa y, por tanto, nadie tiene idea de la misma. En última instancia –piensa Hume–, no podemos mostrar ni demostrar que la existencia de las causas sea algo necesario.

Como leemos en la entrada «Escepticismo», Hume «niega el valor objetivo de las categorías filosóficas más importantes: la sustancia y la causalidad». Según Hume, la causalidad es un hábito que se ha ido forjando a base de reiterar una y otra vez los mismos fenómenos, es decir, la causalidad es algo que radica en la costumbre del sujeto cognoscente y no en la naturaleza de las cosas en sí mismas. Por tanto, como advierte el diccionario, Hume niega la base material de las cosas y la causalidad entre las mismas. No obstante, como señala la edición de 1955, si bien la causalidad no tiene fundamento en la naturaleza, tampoco lo tiene «en las representaciones humanas».

La edición de 1963 observa que la relación causa-efecto no se deduce ni por intuición ni por análisis lógico demostrativo.

La relación causa-efecto se asienta, pues, «sólo por la fuerza de la costumbre», aunque la repetición de la experiencia aporta la certidumbre, pero el conocimiento de la naturaleza sólo es probable.

Hume reduce la relación causal a una asociación, según determinadas condiciones, de términos por lugares y tiempos. A nuestro juicio, la teoría asociacionista de la causalidad de Hume peca de formalismo segundogenérico aunque también de formalismo terciogenérico; de hecho en el Tratado de la naturaleza humana Hume habla de «lógica de la causalidad», lo que supone eliminar la relación causal si entendemos ésta como la conexión material de los contenidos.

A juicio de Hume, señala el diccionario, en la conciencia humana «sólo hay un torrente de percepciones psíquicas».

A juicio de Hume, no se pueden concebir leyes naturales objetivas, y lo único que se puede hacer es describir la corriente de percepciones psicológicas.

La edición de 1963 matiza que, según Hume, el torrente de las percepciones psíquicas no es un caos absoluto: «algunos objetos se nos aparecen separados, vivos, estables, y esto –cree Hume– basta por completo para la vida práctica».

Aunque para Hume las proposiciones posibles son las que la lógica y las matemáticas (que proporcionan razonamientos demostrativos) y la experiencia (que proporciona razonamientos probables).

La edición de 1963 critica que Hume comprende la experiencia de un modo idealista, pues en tal experiencia la realidad queda reducida a un torrente de impresiones cuyas causas son desconocidas y además son incognoscibles.

Para Hume –añade la edición de 1963– el único conocimiento fidedigno es el matemático. Para Hume sólo la matemática es ciencia, lo demás es opinión.

Cuando Hume admite a las matemáticas como ciencia exacta e independiente de la experiencia evita el psicologismo. (Daniel López Rodríguez · David Hume · 15 de mayo de 2019)