Democracia

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Forma de gobierno en la que, según Aristóteles, la soberanía pertenece a la totalidad de los ciudadanos, independientemente de su nacimiento, fortuna o capacidad. El materialismo filosófico considera el régimen democrático como un régimen político más, en el que una parte de la sociedad ejerce su dominio sobre las otras partes. La democracia no es un simple procedimiento o un sistema de reglas de juego, sino que posee una materia política. La sociedad democrática se constituye históricamente en el momento en que la estructura de la sociedad capitalista se extiende a la sociedad política. Existe una relación isomórfica entre democracia, mercado y televisión, al compartir éstas la estructura basada en el consumidor que elige entre distintas opciones.

Llamamos consenso democrático a la aceptación de la resolución tomada por una mayoría de electores conformes con un candidato u opción: con un contenido del acervo connotativo en general. Llamamos acuerdo democrático a la condición de la resolución sobre contenidos del acervo connotativo en la que la mayoría de los electores están conformes entre sí. El acuerdo democrático puede ir unido a un consenso. Pero el consenso puede disociarse del acuerdo: puede haber consenso en medio de una profunda discordia.

Supongamos un tribunal compuesto de cinco jueces o electores {1,2,3,4,5} comisionados para seleccionar a cinco candidatos-doctrinas {a,b,c,d,e}. Podemos representar en tablas de doble entrada los contenidos {a,b,c,d,e} en cabeceras de columna; los electores {1,2,3,4,5} en cabeceras de fila; las decisiones, positivas o negativas, por los símbolos + y - (las abstenciones por 0).

Tomando las tablas como referencias podemos definir el consenso en la dirección vertical, por la relación entre las diversas columnas; en cambio, los acuerdos se representarán en dirección horizontal, por las relaciones de homología entre filas distintas. El cómputo del consenso, por el criterio de la mayoría simple, es sencillo. La mayoría resultará a partir de las mayorías de cada columna, de la suma de estas mayorías.

Pero el cómputo de acuerdos es más difícil. La distinción más importante, a efectos de su cómputo, es la distinción entre acuerdos de primer orden y acuerdos de segundo orden. Acuerdos de primer orden son aquellos que se mantienen en la perspectiva global de la tabla, como representación de una totalidad única. En este contexto de primer orden, para una matriz cuadrada de cinco líneas {1, 2, 3, 4, 5}, el número máximo de acuerdos posibles sobre los contenidos {a, b, c, d, e} será el de diez: {(1/2), (1/3), (1/4), (1/5), (2/3), (2/4), (2/5), (3/4), (3/5), (4/5)}.

Los acuerdos de segundo orden, en cambio, son aquellos cuyo cómputo comienza «reorganizando» prácticamente la tabla o matriz en dos submatrices o regiones matriciales dadas precisamente en función de la estructura de sus homologías. Y ahora puede ocurrir que una matriz haya quedado partida o fracturada en dos submatrices de tres y dos filas, de suerte que los acuerdos sean plenos en cada una de ellas, sólo que de signo positivo la primera y negativo la segunda. Diremos ahora que la matriz total tiene mayoría de acuerdos positivos, pero un tal acuerdo mayoritario de segundo orden estará en contradicción total con el desacuerdo mayoritario de primer orden, que arroja una mayoría de seis desacuerdos {(1/4), (1/5), (2/4), (2/5), (3/4), (3/5)} contra una minoría de un único acuerdo {(4/5)}. Ilustramos con las siguientes tablas tres situaciones posibles:

Consensoacuerdo.png
Consensoacuerdo 2.png
Consensoacuerdo 3.png


La definición aristotélica de democracia como «gobierno de todos» es ideológica, porque este todo debe ser traducido a una mayoría, un concepto que sólo puede sostenerse doctrinalmente mediante una serie de convenciones que, o bien piden el principio, o bien son meramente metafísicas; y cuando se intentan traducir al terreno estrictamente técnico no siempre son compatibles, porque el consenso puede reproducirse en un contexto de profunda discordia política que induce a sospechar la precariedad de un sistema que estaría fundado más en su dependencia de condiciones coyunturales de entorno que en su propia coherencia o fortaleza interna. La definición aristotélica de democracia como «gobierno de todos» da por probada la superior legitimidad de una mayoría para representar a la totalidad. Pero, además de ser débiles los argumentos en que se apoya tal supuesto, la propia determinación de las mayorías descansa en criterios aritméticos arbitrarios.

Los demócratas fundamentalistas tienden a convertir la idea de democracia en una idea metafísica de cuño hegeliano que, al modo de la Autoconciencia, pretende erigirse en destino humano y culminación de la historia.

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