Derecha socialista franquista
Sólo dos palabras diremos sobre el régimen de Franco, orientadas a nuestra interpretación de este régimen como derecha socialista. Interpretación que tiene que contar ya con una condenación apocalíptica de las autodenominadas izquierdas de la España actual, principalmente aquellas que reivindican la memoria histórica.
La condición de derecha del régimen de Franco no haría falta demostrarla ante las izquierdas, que precisamente consideran al franquismo como la más pura y tenebrosa expresión de la derecha reaccionaria e inquisitorial. Y, sin embargo, esta condición de derecha que le atribuye la izquierda dualista no tendría que ver con la condición socialista que por nuestra parte le atribuimos. Condición que tiene mucho que ver con la idea de progreso social.
Ahora bien: la idea de progreso social, utilizada por la socialdemocracia gradualista o por el comunismo, es una idea metafísica, porque el progreso se mide por la distancia de un régimen dado al «estado final de la humanidad». Distancia que es totalmente imposible de determinar, lo que obliga a rechazar como fatua cualquier pretensión de progreso establecida en función de esa distancia, y como todavía más fatua la calificación de reaccionario a quien no mide sus progresos en relación con ese estado final.
Pero si tomamos el progreso social en un sentido positivo, será imposible llamar reaccionario o arcaico a un régimen que, partiendo de una situación de subdesarrollo social, agrícola e industrial como la que tenía España en 1936, terminó poniendo a España en el décimo lugar del ranking industrial mundial, lo que constituía el punto de partida que hizo posible la transición a la democracia.
Por supuesto, los ideólogos del franquismo, sobre todo los de su etapa azul, negaron que el Movimiento fuera de derechas o de izquierdas, constatación emic que tampoco hay que subestimar. Muchas veces se utiliza como argumento definitivo de la inspiración del franquismo, no ya en la derecha, sino en la extrema derecha (para quienes dan por supuesto que el fascismo y el nacionalsocialismo han de clasificarse como derecha, lo que está por demostrar), la incorporación de Falange y de las JONS, junto con el Tradicionalismo, al Movimiento (FET-JONS), siendo así que el Tradicionalismo era claramente un prototipo de la derecha más primaria («no temo a nadie más que a un batallón de requetés recién comulgados», decía Indalecio Prieto), y que las JONS era un movimiento autodenominado fascista, y por supuesto era también considerado como tal por otros muchos (H. R. Southworth, por ejemplo, dice que «Ledesma Ramos era un fascista 100%»).
Pero hay que añadir que los tradicionalistas fueron pasando pronto a segundo plano (sin perjuicio de que la boina roja llegase a formar parte del uniforme del partido unificado) y que Ledesma Ramos fue fusilado muy pronto y el hedillismo marginado por el régimen. Además el fascismo de Ledesma Ramos no tenía que ver con el fascismo italiano, porque era una interpretación muy genérica del fascismo italiano (del cual tomaba el nombre por su analogía con el nacionalsocialismo), considerándolo como el acontecimiento europeo de mayor modernidad, pero despojándolo de los contenidos específicamente fascistas. De tal suerte que su concepto de fascismo podría también servir para definir a los partidos socialdemócratas y aun a los comunistas: «El fascismo es en su más profundo aspecto el propósito de incorporar a la categoría de soporte o sustentación histórica del Estado nacional a las capas populares más amplias» (Ramiro Ledesma Ramos, ¿Qué es el fascismo?).
Desde el criterio que utilizamos, la consideración del régimen de Franco como un régimen de derechas se funda en su proximidad formal, más que material, al Antiguo Régimen, en el mismo sentido en que lo hemos utilizado para analizar la dictadura de Primo de Rivera. Y esto al margen de que fuera fascista o no lo fuera, salvo en algunos rasgos procedimentales y no constantes: se ha subrayado siempre que los componentes cristianos —acaso tácticos en Ledesma Ramos, más sinceros en Onésimo Redondo o en José Antonio— habrían sido suficientes para contener la moda fascista dentro de límites muy estrechos. En cuanto a su socialismo tenemos que insistir en la orientación constante del régimen de Franco hacia las organizaciones sindicales (que algunos consideraban como imitación de los sindicatos fascistas; una cuestión que en nuestra argumentación es irrelevante). En todo caso, conviene advertir que la organización vertical de los sindicatos tenía tanto de soviética como de fascista o nacionalsocialista.
Gustavo Bueno, El mito de la Derecha (Madrid: Temas de Hoy, 2008), pp. 260-262.
Véase Franco, Franco, Franco. 31 Encuentros de Filosofía de la Fundación Gustavo Bueno