Espacio antropológico

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El concepto de espacio antropológico es originariamente un concepto gnoseológico que intenta determinar, de un modo crítico, el ámbito en el que se mueve la Antropología. Decir, por ejemplo, que la Antropología «se ocupa del hombre» es mantenerse en una perspectiva gnoseológicamente acrítica e ingenua: también la Física o la Primatología se ocupan del hombre.

Además, la Antropología se ocupa de contenidos que pueden llamarse humanos y que no son hombres, por ejemplo, de todos aquellos que se incluyen en la llamada «cultura extrasomática». Estos contenidos, junto con otros muchos, constituyen el «material antropológico», que presenta siempre un aspecto físico, y un aspecto «espiritual»; distinción gnoseológicamente imprescindible, puesto que los aspectos físicos caen también en campos distintos de las ciencias antropológicas.

La «contaminación» constante, al intentar designar estos dos aspectos, con presupuestos metafísicos –refiriendo el aspecto físico, por ejemplo, al «cuerpo» y el aspecto cultural al «espíritu»– han aconsejado utilizar símbolos neutros: φ –Phi o Fi, inicial de Physis– y π –Pi, inicial de Pneuma–. (Ver características del material antropológico.)

Pero es imposible reducir el campo de la antropología a este «material antropológico» que, desde luego, forma la región originaria de ese campo, el círculo central del campo antropológico.

Espacio antropológico. Diagrama I
A todos los términos, relaciones y operaciones que se mantienen en la «inmanencia de lo humano» podremos considerarlos dispuestos en torno a un mismo círculo de contenidos y nos referiremos a el como eje circular precisamente para evitar recaer en determinaciones excesivamente precisas, a fin de caracterizar a esa inmanencia de un modo lo más neutral posible (eludiendo determinar el «círculo inmanente humano» como social, o intracultural, o espiritual, o económico, o lingüístico).

Es evidente que el eje circular puede reivindicar siempre las funciones de un primer analogado del campo antropológico. Pero no es concebible una antropología racional que se mantenga en la inmanencia circular sin hacer referencia a entidades exteriores al material antropológico. Así, la antropología toma siempre, de hecho, en cuenta, contenidos dados fuera de esa inmanencia circular, es decir, contenidos de naturaleza no humana, como puedan serlo el medio ecológico o astronómico. Y se toman en cuenta estos contenidos no humanos no solamente a través de la presencia emic que estos contenidos alcanzan en las diversas sociedades investigadas (por ejemplo, los mitos sobre el arco iris o sobre las Pléyades) sino también por la influencia etic en ellas de aquellas realidades naturales sobre los contenidos «circulares».

Todas estas entidades no humanas, pero que la antropología no puede dejar de considerar, forman por tanto parte de su espacio, del espacio antropológico. Si los círculos constituidos en este espacio representaban los contenidos inmanentes del material antropológico, podríamos representar estos otros contenidos que lo desbordan como puntos que se disponen en radios que atraviesan aquellos círculos. Podría pensarse que sería suficiente un espacio bidimensional, es decir, un espacio antropológico con un eje circular y un eje radial.

Tal sería, traducida a estos términos, la propuesta, no sólo de la filosofía hegeliana (por su división en filosofía de la naturaleza y filosofía del espíritu) sino también la propuesta del materialismo cultural (por su distinción entre naturaleza y hombre).

Espacio antropológico. Diagrama II
Pero la propuesta de un espacio plano, de dos ejes, obligaría a situar a todos los contenidos del espacio antropológico ya en el eje circular, ya en el eje radial, ya en ambos: los dioses o los númenes, por ejemplo, que son contenidos indiscutibles de la antropología empírica, habrían de ser reducidos o bien al eje circular (los dioses son hombres o relaciones entre hombres, o acontecimientos psíquicos internos de los hombres) o bien al eje radial (los astros, o la cúpula celeste será ahora lo divino).

Pero esta reducción, dados los supuestos que ella implica (principalmente el postulado de rectificación sistemática de todos los contenidos emic del campo antropológico que, desde su condición emic piden, por una suerte de argumento ontológico, la referencia a entidades numinosas que no cabe reducir al eje circular ni al radial) no puede tomarse como un punto de partida, a lo sumo, ello sería un punto de llegada.

En el punto de partida, el «espacio antropológico» debe contener la posibilidad al menos de distinguir un eje radial, en torno al cual podamos disponer todas las relaciones directas y recíprocas que los contenidos circulares puedan mantener con otras realidades no humanas pero objetuales o impersonales (al menos desde la perspectiva etic de las ciencias modernas: rocas, árboles, montañas, astros...) y un eje en torno al cual quepa disponer todas las relaciones directas o recíprocas que los contenidos circulares puedan mantener con contenidos no humanos, pero no objetuales, sino subjetuales, es decir, con entidades tratadas etic como sujetos operatorios finitos (aunque emic estos sujetos operatorios se presenten como dioses, demonios, ángeles, &c.).

Con objeto de preservar en lo posible la neutralidad filosófica nos abstendremos también de calificar a este eje, al modo como lo haría un antropólogo metafísico cristiano, como «eje de la trascendencia» o simplemente como «eje demonológico» o «zoológico», y nos referiremos a él con el nombre de eje angular (tomando la denominación de un diagrama en el que, una vez representados los círculos y los radios correspondientes a los ejes circulares y radial, se representen por puntos intermedios, que determinan ángulos entre los círculos y los radios).

En la medida en que, según la doctrina de referencia, se juzgue que es pertinente para el tratamiento de las cuestiones antropológicas tan importantes como puedan serlo las cuestiones sobre la religión disociar del eje radial o circular los contenidos angulares, introduciremos un eje angular en el espacio antropológico. La determinación de la naturaleza de los términos que constituyen este eje angular, desde una perspectiva no meramente emic, no corresponde propiamente a la Antropología (como tampoco corresponde a la Antropología determinar la naturaleza de los términos del eje radial, a saber, por ejemplo, la naturaleza de la influencia de las lunaciones en las mareas o en el crecimiento de los árboles cultivados por los hombres).

Un teólogo podría entender el eje angular como un eje no vacío, desde luego, sino poblado por dioses, arcángeles o ángeles, con decisiva influencia sobre los asuntos humanos (por tanto, con significado antropológico real y no solo imaginario); un ufólogo podría interpretar el eje angular como poblado principalmente por «sujetos extraterrestres» cuya pertinencia antropológica se fundamentaría en la supuesta influencia que tales sujetos habrían tenido o tienen en la vida y el desarrollo de la cultura humana (estos sujetos habrían enseñado a los hombres acaso el lenguaje, el uso del fuego o incluso el de la energía nuclear).

La teoría del espacio antropológico que aquí mantenemos, y que es una teoría materialista, considera mitológica la pretensión de realidad de los sujetos teológicos, angélicos o demoníacos, y considera no probada suficientemente la realidad de los sujetos extraterrestres, ateniéndose por tanto a los únicos sujetos no humanos que hoy día son admitidos unánimemente por todas las ciencias biológicas, y particularmente por la Etología (que considera a los animales dotados del sistema nervioso como sujetos inteligentes y no como sistemas automáticos o máquinas).

Por tanto, el eje angular de nuestro espacio antropológico, considerado desde una perspectiva etic estará constituido por las interrelaciones que los hombres mantienen con ciertos animales en la medida en que estas interrelaciones (cuando los animales desempeñan las funciones de númenes) configuran un sistema sui generis de conceptos organizados principalmente en torno a las religiones características de las más diversas sociedades humanas (desde la perspectiva emic de la mayor parte de estas sociedades los númenes se aparecerán como fenómenos muchas veces distintos de los animales linneanos, a veces como espíritus puros –angélicos, demoníacos–, aún cuando supondremos que tanto los animales no linneanos –los extraterrestres– como los espíritus puros son transformaciones culturales de animales linneanos y del propio hombre).

Habida cuenta de la influencia mutua que se da entre los tres ejes, de tal forma que los cambios acaecidos en uno de ellos repercuten en los otros y dado también que un concepto puede llegar a modificarse esencialmente según el eje al que sea referido, el espacio antropológico se nos muestra como un instrumento de análisis enormemente fructífero, que permite no solo diferenciar conceptualizaciones muy diversas de las determinaciones antropológicas, sino también discriminar y discutir distintas teorías y doctrinas de la antropología filosófica.

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