Racionalismo

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Conjunto de sistemas filosóficos de la Edad Moderna caracterizados por deducir de una serie de principios abstractos a priori de los que proviene todo conocimiento. Su desarrollo partiría de los supuestos de unas verdades claras y distintas (Renato Descartes) hasta la evidencia de que no existe nada que no tenga razón de ser, de tal manera que, de derecho, aunque no necesariamente de hecho, no hay nada que no sea inteligible (Guillermo Leibniz, Jorge Guillermo Federico Hegel). Esta tradición, aun enfrentándose a la filosofía escolástica, pues reniega de la razón como medio para demostrar las verdades de la fe y los dogmas de la revelación cristiana, ha de considerarse tanto o más metafísica que su rival.

El racionalismo espiritualista francés (Descartes, Malebranche), sobre todo el cartesiano, parte de una situación de duda metódica respecto de la «Materia ontológico-especial» («Mi»), parte de un caos en el que todo se confunde y que tiene que ver con un Genio maligno que actúa «por encima de la voluntad humana»; pero este Genio maligno se detiene precisamente ante el Cogito espiritual, que se erige en una roca firme con independencia del Mundo de los cuerpos «Mi». En el cartesianismo, el argumento ontológico nos hace presente a un Dios voluntarista (la «Materia ontológico-general») en el Alma humana (el «Ego trascendental»): «nosotros vemos a Dios en todas las cosas». La existencia del mundo exterior, llega a decir Malebranche, la conozco porque la Biblia me enseña que Dios ha creado el Mundo. Sin embargo, el espiritualismo de Malebranche incorpora los componentes principales del racionalismo moderno. (Gustavo Bueno: La metafísica presocrática , Pentalfa, Oviedo, noviembre 1974 & Gustavo Bueno: «Confrontación de doce tesis características del sistema del Idealismo trascendental con las correspondientes tesis del Materialismo filosófico» , El Basilisco, 2ª época, nº 35, 2004, páginas 3-40).

En un sentido mucho más amplio, también son llamadas racionalistas aquellas concepciones y actitudes filosóficas partidarias de la racionalidad como modo de llegar a la verdad. En este último sentido, racionalismo no se opone a empirismo, sino a irracionalismo. No obstante, habría que tener en cuenta que la filosofía por su propia naturaleza es racional, por lo que el irracionalismo debería ser considerado como antifilosófico.

Aunque el Diccionario soviético de filosofía trata los términos “racionalismo” y “empirismo” en dos entradas independientes, las definiciones que podemos leer en él coinciden en presentarlos como términos opuestos que mantienen una relación de contrariedad: mientras que el racionalismo admite la razón como única fuente de conocimiento, el empirismo pone a la experiencia sensible.

La crítica que los autores del Diccionario soviético hacen al racionalismo es el haber separado radicalmente la razón de los sentidos; lo lógico de lo sensible, porque esta ruptura “conduce inevitablemente al idealismo”. Aunque tampoco les parece apropiado el menosprecio que el empirismo hace de la razón y “condenan la estrechez del empirismo, característica del materialismo premarxista, incapaz de apreciar en su justo valor el papel de las teorías y las abstracciones científicas”.

La alternativa que el Diamat propone, para superar tanto al racionalismo como al empirismo, es la conexión de lo sensorial y lo lógico. A su juicio, “los conceptos lógicos son la reelaboración de los datos sensoriales en el raciocinio”, datos empíricos y teorías, ideas y conceptos serían dos fases recíprocamente relacionadas del proceso del conocimiento: “Para comprender, es preciso comenzar a estudiar empíricamente, y de la experiencia, elevarse a la generalización” (Lenin, Cuadernos filosóficos, Ed. rusa).

La crítica que desde el materialismo filosófico le hacemos a la postura del materialismo dialéctico es que el ajuste que propone entre hechos empíricos y teorías, pone en evidencia una hipostatización metafísica según la cual en el proceso de conocimiento intervendrían, como previos, dos órdenes diferentes, lo sensible y lo racional. El Diamat estaría así reiterando otra vez el dualismo razón/sentidos que le había objetado al racionalismo. Desde el materialismo filosófico rechazamos dicha oposición y entendemos la construcción racional, la “razón”, como resultado de la organización diamérica de los datos sensoriales o perceptos.

Desde la teoría de la ciencia que el materialismo filosófico defiende, la conexión entre lo sensible (hechos empíricos) y lo racional (teorías, ideas, conceptos) no significa algo previo o posterior a la racionalidad científica, sino la realidad misma de las ciencias. La perspectiva gnoseológica del materialismo filosófico es la de un constructivismo que no es formalista, sino materialista, porque la noción de construcción es inseparable de los hechos, de la propia realidad. No hay unos datos empíricos, por una parte, y una construcción racional, por otro. Las sensaciones no son “fuentes de conocimiento”, sobre las cuales “construye la razón” como “facultad superior”, sino que son los materiales mismos conocidos, en una fase de su composición. La “razón” no es facultad que, tomando los “datos” de los sentidos proceda según sus propias leyes, sino que es la misma relación entre las percepciones.

En cuanto al racionalismo y empirismo, como corrientes enfrentadas en la Historia de la Filosofía, cabría comentar cómo éstas encontraron su límite en el famoso problema que William Molyneux le propuso, en 1688, a John Locke: si un ciego de nacimiento que reconoce y distingue perfectamente por el tacto un cubo y una esfera, pudiese llegar a ver, ¿sería capaz de reconocer y distinguir las dos figuras sólo con verlas, sin llegar a tocarlas? El empirismo respondió que no las reconocería, puesto que el ciego carece de la experiencia de cómo las dos figuras se presentan ante sus ojos, mientras que la respuesta de los racionalistas es afirmativa, porque el ciego habría aprendido a reconocer las figuras por unos “principios de razón” confirmados por la experiencia táctil. En 1728, William Cheselden operó con éxito a un muchacho ciego de nacimiento y pudo constatar la respuesta negativa. Sin embargo, esto no significaba que los empiristas tuvieran razón y que el conocimiento dependiera de la experiencia porque quedaba sin resolver la objeción racionalista de cómo explicar que los ciegos puedan aprender geometría.

El problema de Molyneux supone que la percepción visual a través de la cual tenemos conocimiento del mundo externo no puede ser explicada ni desde la alternativa que opone el empirismo al racionalismo, ni tampoco desde una yuxtaposición que suponga la adecuación entre razón y sentidos. Estamos ante una situación dialéctica, diamérica, en la que hay que tener en cuenta cómo unas experiencias se organizan con más potencia que otras y se imponen a las sensaciones antiguas. Las operaciones de organización, que en el problema de Molyneux corresponden a todos los ajustes que el ciego ha de hacer entre sensaciones visuales y táctiles, decimos que son racionales. La razón no es ninguna sustancia organizadora, sino que es la misma organización de las percepciones, que ha de tener en cuenta los principios y esquemas que se han elaborado social y culturalmente. (Carmen Baños Pino · Racionalismo / Empirismo · 24 de junio de 2019)