Categoría:Escuela de Frankfurt

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LA INFLUENCIA DE LA ESCUELA DE FRANKFURT EN EL PENSAMIENTO NORTEAMERICANO.

POR C??SAR LACHIRA SÁENZ.

A lo largo del desarrollo del pensamiento humanístico, Europa ha mantenido una tradición milenaria en la construcción y reflexión de ideas políticas, sociales, filosóficas etc., de ahí que constituía el gran faro de expansión del conocimiento. El viejo continente irradiaba la sabiduría y otros espacios eran opacados, o en su caso eran receptores de estas ideas. Algo que empezó a llamar la atención, fue que desde la década de los años 70s, se da un cambio en cuanto a la procedencia de ideas y auge de la reflexión filosófica, países como Estados Unidos y Canadá se convierten en los ejes de producción de nuevos paradigmas; y llama la atención que esto ocurra en el seno del capitalismo, que es guiada bajo el principios instrumental del mercado. Estados Unidos, es un país donde la racionalidad instrumental hacía difícil la reflexión filosófica, en cuanto su producción no es algo que pueda sujetarse a la lógica costo-beneficio que exige el mercado; no había sido la tradición, ¿acaso Europa ha cedido el foco de reflexión y construcción de ideas a Norteamérica?; todo tiene una explicación, veamos: Estados Unidos hereda la tradición de la Escuela de Frankfurt, del grupo de jóvenes filósofos de la Escuela Crítica, que migran de Alemania a este país en la década de los años 30s, y permite el desarrollo de un pensamiento crítico muy abundante que se manifiesta, hoy en día, en el desarrollo de paradigmas filosóficos integrales, como modelos políticos, sociales, morales y jurídicos que interpretan la realidad bajo una perspectiva que bien podemos llamar de implosión, de un anhelo de recuperar las bondades humanísticas del pensamiento antiguo. La emigración de los filósofos críticos a la Universidad de Columbia en l934 había tenido su batallares, en primer lugar, no estaban muy convencidos de que fuera la mejor opción; de ahí que pasaran antes por Ginebra y París, incluso cualquier país del viejo mundo seguía representando el lugar de la esperanza para el desarrollo de sus ideas, más, el clima de incertidumbre, el antisemitismo y los aires totalitarios que empezaron a inundar la atmósfera europea obligó a decidir tomar el camino hacia Nueva York, siendo en la ciudad, concebida como el corazón de la racionalidad instrumental, donde se consolida la semilla de la dominación intelectual de la Teoría Crítica, dando ya, definitivamente a las investigaciones llevadas a cabo por los miembros y colaboradores de la Escuela una visión más integral. Es el caso de Max Horkheimer que enriquece sus trabajos vinculatorios de filosofía, sociología y psicología social; Teodoro Adorno con filosofía, sociología, psicología, crítica cultural y musicología, Erich Fromm con psicoanálisis y psicología social; y Franz Neumann y Otto Kirchheimer en ciencia política y derecho; Marcusse en sociología y ciencia política; este último tendrá trascendental influencia en la contracultura que se avecinaba. La producción intelectual de la teoría crítica en E.U. es muy rica, aunque inicialmente poco se conocía de ella, incluso existía la prohibición a difundir su pensamiento por el temor (contaminación intelectual) que sentía los órganos de control del sistema al pensamiento crítico, de ahí que todo se exportaba (retorno obligado de las ideas) a Europa. En la medida que E.U., se embarcaba en su guerras libertarias contra el comunismo, el control que se ejercía contra los miembros de la Escuela Crítica se fue flexibilizando, lo que permite que sus ideas se fueran conociendo en el ámbito académico universitario, y así, poco a poco empieza, lo que tanto temía el sistema: el cuestionamiento a la razón instrumental, del control, social y la concepción capitalista del sujeto-cosa. La tarea le corresponde a Herbert Marcusse, quien en su libro El hombre unidimensional, manifiesta sus ideas críticas respecto a la racionalidad instrumental norteamericana. El texto, en sus revelaciones va a constituirse en una de las fuentes de inspiración de la contracultura de los años 60s. Marcusse, presenta a la sociedad capitalista avanzada como una sociedad en la que el hombre ha perdido su sentido crítico. El consumismo y la liberación de las costumbres lo han transformado en un ser histórico acrítico, con poca capacidad de análisis y de reflexión; un sujeto movido por el deseo satisfacer necesidades superfluas y materiales que nada tienen que ver con su realización humana.

Estas reveladoras ideas sirven de escenario para el cuestionamiento y el activismo intelectual a favor de los pobres, estos últimos, no veían que la prosperidad que tanto anunciaba el sistema se repartiera igualitariamente. La pregunta obligada: ¿cuál justicia distributiva? Son tiempos de revueltas. Cinco millones de pobres americanos desempleados exigían al sistema mirar a los ghetos en las que se encontraban confinados, ellos se sentían desplazados de la identidad de E.U., estaban más cerca al Tercer Mundo marginal.

El desempleo en un país que había impulsado la recuperación de la Europa y Japón de la posguerra a través del Plan Marshall, donde se invirtieron 13 mil millones de dólares, expresaba las contradicciones del sistema. Blancos pobres, negros, y una población migrante, especialmente latinoamericana, soportaban el proceso de exclusión social, pero también iban a construir la conciencia de una identidad inconformista, que sirvió como esquema de interpretación para los intelectuales norteamericanos. El caldo de cultivo generada por la crisis económica y las secuelas de la guerra sirvieron como argumento válido para cuestionar las políticas sociales: ya nada sería como antes. Muy a pesar que en el discurso político el término de la igualdad empezaba a desplazar los viejos esquemas deterministas de la diferencia y superioridad de razas, la segregación racial aun continuaba, no obstante que Lyndon Jhonson había firmado en julio de 1964, el Acta de los derechos civiles. Las agresiones contra los negros si bien disminuyeron, en el imaginario del blanco aún eran una constante de ser superiores ante los otros grupos raciales, y que les era difícil de aceptar. Es de recordar que en 1965 el ghetto negro de Watts, en Los Ángeles, se armó un motín que trajo como consecuencia una ola de protestas. Miles de edificios fueron incendiados y saqueados, 34 personas fueron asesinadas, y mil fueron heridas. La tragedia americana demostró que la igualdad era un parto difícil y doloroso. Se viven los años de la guerra fría, de la polarización del mundo, entre los que se hacían llamar defensores de la libertad contra el totalitarismo comunista. El bipolarismo, llevo consigo a una serie de alianzas entre los dos bloques: el occidental y el oriental. Estados Unidos da un giro histórico en su tradicional aislamiento, y se lanza a la construcción de una serie de alianzas internacionales para consolidar al bloque occidental. Por su parte, el estallido de la guerra fría tuvo como resultado la formación de estados socialistas que se alinearon con la URSS, exceptuando Albania y Yugoslavia, que si bien eran regimenes socialistas, tomaron su propio camino al margen del mandato del Kremlin. Son los tiempos de la Doctrina de la Seguridad Nacional surgida en la década de 60s, que influyó en toda Latinoamérica, con la instalación de dictaduras militares que permanentemente violaban los derechos humanos; y como respuestas emergen los movimientos guerrilleros. Eran días de la confrontación bipolar. Es de recordar que en 1962 surgió una grave crisis cuando la URSS instaló misiles en Cuba, por aquellos años su nuevo aliado. El presidente John F. Kennedy amenazó con represalias nucleares y los soviéticos retiraron los misiles a cambio de la promesa de aquél de no invadir Cuba. La crisis de los misiles produjo desencuentros en el seno de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), y de OEA (Organización de los Estados Americanos). Los encuentros y desencuentros marcaban la época, era una lucha por inclinar la balanza a su lado. Los soviéticos también se debilitaron cuando los dirigentes chinos se separaron de Moscú y los europeos del Este comenzaron a mostrar su descontento. El nacionalismo demostraba ser más fuerte que el comunismo. Mientras tanto, Estados Unidos estaba luchando en la guerra de Vietnam, sangrienta acción militar en un fallido esfuerzo por conservar Vietnam del Sur. La guerra importaba mucho y cambio totalmente el país. La culpa y el resentimiento hacia aquellos que fueron al ejército y aquellos que no lo hicieron crearon un ambiente de discusión y de angustia.

Al legado de la guerra y la agitación social, se sumaba que la superioridad económica de posguerra de Estados Unidos fue retada por Japón y Alemania Occidental (República Federal de Alemania). Hacia 1973 las dos superpotencias enfrentadas acordaron una política de distensión; fue un intento de detener la costosa carrera armamentista y frenar su competencia política, militar y económica en el Tercer Mundo. 

La iglesia no era ajena al convulsionado escenario mundial. Son tiempos de cambio y como tal, de replantear los viejos dogmas, incluso dentro de la propia institución más medieval como lo era la iglesia católica. El papado de Juan XXIII, conocido como el Papa Bueno había convocado a un Concilio general en 1959, y la primera sesión se llevó a cabo en 1962, en la que asistieron 2500 obispos del mundo; la idea, abrir la iglesia para despojarla de sus atavíos medievales. Clérigos, protestantes y cristianos ortodoxos asistieron como observadores. Resultado, el Concilio Vaticano II, que introdujo grandes cambios en la iglesia: descentralizó la burocracia eclesiástica, reemplazó el latín por las lenguas vernáculas en la Liturgia e invitó a participar a iglesias cristianas distanciadas de la Santa Sede. En medio de la guerra fría, Juan XXIII provocó una revolución benigna para la iglesia, al tratar de abandonar preceptos ortodoxos medioevales, al mismo tiempo que denunciaba al capitalismo salvaje por ser la causal de la marginalidad que ha llevado a los pobres a una pobreza extrema, y lo comparó con el comunismo que les arrebataba la libertad a los individuos. Juan XXIII, marca un periodo de transición de la iglesia que va a coincidir con la época de cambios que vive el mundo en aquella época. A su muerte en 1963, le sucede Pablo VI, éste, culminó el concilio y continúo con el proceso de modernización de la iglesia y sus instituciones. Como suele ocurrir cuando estallan los cambios, los intelectuales empiezan a cuestionar las viejas ideas imperantes. Son épocas de reflexión, y de replanteamientos de los paradigmas utilitaristas. John Rawls en 1971 publica su libro Teoría de la justicia, que desencadenó una ola de críticas y respuestas que aun no termina. El liberalismo de Rawls marca serias diferencias con aquellos que utilizan el término para acreditar un paradigma que no profesan. La justicia y la distribución de la riqueza en una época de desaceleración económica es tema obligado de la agenda. La crisis de la economía norteamericana ha creado incertidumbre; el liberalismo extremo y sus políticas públicas empiezan a tambalear, y es entonces cuando la filosofía política liberal estalla con gran fuerza para darle nuevos aires al liberalismo, o en su caso, pensar en un nuevo liberalismo. Por otro lado Ronald Dworkin, con su obra ¿Es el derecho un sistema de normas? generó polémicas muy importantes que van más allá de los círculos académicos. El impacto de su pensamiento es muy grande, toda vez que nos muestra una nueva comprensión de los fenómenos jurídicos y políticos, distintos al positivismo de Hart. Son los nuevos tiempos de la filosofía política, de los derechos individuales sobre los de la mayoría. Son tiempos del mercado individual de las ideas. Y así, llegamos a la década de los 80s, atrás quedo la década perdida. Como contraparte, el mundo caminaba hacia el fin de la guerra fría; el mundo bipolar, ya no era como tal. La crisis republicana y el derrumbe del comunismo totalitario, trajo consigo los aires de libertad que exportaba el mundo occidental. Mijail Gorbachov daba inicio a la perestroika, y la anunciaba como una prolongada etapa en el histórico discurrir del socialismo, en el transcurso del cual, se produce el rechazo del sistema burocrático y autoritario, y el establecimiento de un organismo social autogestionado y democrático, al menos así, así lo pensaba el líder ruso, sin embargo, se da la desintegración del gran bloque que hacía contrapeso a Estados Unidos. La Perestroika en la URSS provocó profundos cambios en todo el mundo, precisamente cuando se vio, que era un proceso irreversible, se desarrollaron los acontecimientos que trajeron consigo el derrumbe del socialismo. En este sentido, bien podríamos plantear con todo fundamento que habíamos llegado a la finalización del periodo de la IIª Guerra Mundial.

La URSS, Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría y Polonia, entraban en un proceso a  la búsqueda de su identidad nacional, y otros optaron por la balcanización. Los ucranianos votaron por su independencia de la URSSS, le siguió Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania y Moldavia. La Yugoslavia de Tito, se desgaja, y los preámbulos de la guerra étnica-nacional se hacían sentir. Son épocas de confusión. Los ex Estados comunistas habían desintegrado el elemento nacional que les daba cohesión: el nacionalismo. Surgen las demandas de las culturas que habían conformado el Estado-nación por exigir una autonomía como países independientes. De pronto la cultura nacional vuelve a la palestra, la etnicidad es la patente histórica de los nuevos Estado-nación, y la guerra se fue convirtiendo en el medio de lograr ese objetivo. En este escenario histórico, Bush anunciaba que el mundo bipolar de la guerra fría había tocado a su fin, anunciando un nuevo orden mundial, donde los ejes del poder mundial anunciaban el triunfo de la libertad del mundo neoliberal. 

El mundo camina a la globalidad, se incrementa la crítica que la ideología neoliberal hace a los "errores" y desviaciones del Estado de Bienestar Social, intentando, según sus exponentes, "recuperar" el espíritu del liberalismo clásico: La no-intervención estatal en los asuntos económicos y privados. La educación, la salud etc. aparecerán ahora más como asunto privado que público, exacerbando el individualismo y buscando asegurar el predominio de las leyes del mercado sobre el conjunto de la vida social. Sólo existe una ideología: el neoliberalismo Por otra parte términos como comunidad nación, o comunidad supranacional son la muestra del surgimiento de ideas contestatarias al dominio norteamericano. La idea supra se consolida, y es así que el 1 de noviembre de 1993 entró en vigor la Unión Europea, cuya singularidad reside en su carácter supranacional e intergubernamental, que se traduce en un mismo ordenamiento jurídico, y en la existencia y funcionamiento de sus propias instituciones comunitarias. Lo anterior marca el retorno del derecho comunitario sobre el nacional. Allí, donde se ha producido cesión de competencias entre las normas nacionales con las normas comunitarias, prevalecerán éstas últimas. Es también la época en que el comunitarismo vuelve con mayor fuerza, no como un paradigma del pasado, sino como una filosofía política que va a impulsar el multiculturalismo en una realidad donde las minorías culturales suelen ser excluidas de las políticas públicas de los gobiernos neolibearles. Se escuchan más las voces comunitarias, Amitai Etzioni, Taylor, MacIntyre, Sandel, Walzer, retoman la polémica entre individualismo liberal y el colectivismo comunitarista. La mesa ya esta servida y el banquete es propicio para la configuración de las ideas de los nuevos paradigmas.

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