Arte sustantivo

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Arte sustantivo o poético. La «sustancialidad poética» no la hacemos consistir, en modo alguno, en alguna supuesta transposición de los contenidos artísticos a un mundo uránico transcendente, situado más allá del Mundo real (como si hubiera algún mundo accesible al margen del Mundo único que habitamos). La sustantividad poética se establece en función de los sujetos operatorios (artistas, actores, público, actantes) que necesariamente intervienen en el proceso morfo-poético. Las artes sustantivas no están, desde luego, al servicio de los sujetos (y en este único sentido no son útiles), sino que sus obras se ofrecen a ellos para ser conocidas (escuchadas, leídas, vistas, contempladas), para ser exploradas, análogamente a como exploramos las «obras de la Naturaleza». Es indudable que un concierto para piano y orquesta de Mozart puede ser utilizado por los sujetos que pasan el fin de semana en su casa de campo como un recurso tranquilizante o relajante (como una especie de sucedáneo del haloperidol); pero también un libro, el Quijote, puede ser utilizado como combustible. El carácter sustantivo que atribuimos al arte por antonomasia no requiere su separación de los lugares en los que transcurre la «prosa de la vida». No hay que ir al teatro, al museo, a la sala concierto, o a la biblioteca para hacer o para conocer una obra de arte sustantiva; una «conversación de sobremesa» puede aproximarse al género sustantivo que llamamos arte dramático o literario. La «Filosofía del arte» busca la determinación de los criterios según los cuales podemos considerar a productos culturales tan heterogéneos (música, teatro, escultura…) como modulaciones de la idea general de «arte sustantivo». Desde luego, el criterio de los valores estéticos es insuficiente. El materialismo filosófico se vale de un criterio análogo al que le sirve para distinguir las ciencias estrictas, las ciencias ?, de las tecnologías y ciencias ?: el criterio de la «segregación» del sujeto actante mediante la re-presentación. Y esta segregación de la obra respecto de los sujetos, cuando está determinada por un «cierre fenoménico» (que sólo por analogía puede compararse con un cierre categorial, esencial) es lo que la convertiría en obra de arte sustantivo o poético. El célebre primer soneto de la serie «los mansos» de Lope de Vega —«Suelta mi manso, mayoral extraño...»— es una obra de arte sustantivo, no sólo porque sus versos se desvían del curso ordinario del lenguaje propio de la «prosa de la vida» (los nombres de Elena Osorio o de Francisco Perrenot de Granvela han desaparecido) sino porque «cierra» en sus catorce endecasílabos un espacio ideal, intemporal, ofrecido a todo aquél que sea capaz de explorarlo, como quien explora la trayectoria de un planeta.» (Pelayo García Sierra, Diccionario filosófico, manual de materialismo filosófico.)

Véanse: «Poemas y Teoremas», «Poesía y verdad», «Arte sustantivo» (Filosofía en español, por Gustavo Bueno Sánchez)

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