Diferencia entre revisiones de «Godofredo Guillermo Leibniz»

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'''Godofredo Guillermo Leibniz''' (Leipzig, 21 de junio de 1646 ??? Hannover, 14 de noviembre de 1716). Filósofo alemán nacido en una familia protestante de juristas. Extraordinariamente precoz, se convirtió en gran erudito en la [[filosofía]] [[escolástica]] y en el [[cartesianismo]] y el [[atomismo]] moderno. Trabajó como embajador en París, época en la que descubre el [[cálculo infinitesimal]]. Fundó la Academia de Ciencias de Berlín e intentó la unión de todas las religiones cristianas, sin éxito.
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'''Godofredo Guillermo Leibniz''' (Leipzig, 21 de junio de 1646 Hannover, 14 de noviembre de 1716). Filósofo alemán nacido en una familia protestante de juristas. Extraordinariamente precoz, se convirtió en gran erudito en la [[filosofía]] [[escolástica]] y en el [[cartesianismo]] y el [[atomismo]] moderno. Trabajó como embajador en París, época en la que descubre el [[cálculo infinitesimal]]. Fundó la Academia de Ciencias de Berlín e intentó la unión de todas las religiones cristianas, sin éxito.
  
 
La filosofía de Leibniz supone una crítica al [[empirismo]] de [[Juan Locke]] y al [[mecanicismo]] cartesiano. En su [[Gnoseología]], distingue dos tipos de verdades irreductibles entre sí: ''verdades de razón'', propias de las matemáticas, que están enunciadas de forma necesaria, y ''verdades de hecho'', basadas en la [[contingencia]] (por ejemplo: «César pasó el Rubicón»). Para superar la infinita distancia entre ambos tipos de verdades y negar el empirismo, diseña como fundamento de su filosofía la «[[mónada]]» o [[sustancia]] espiritual, extraída de la escolástica de [[Francisco Suárez]]. La «mónada» estaría presente en todos los cuerpos vivos y también en las relaciones físicas, donde las nociones de fuerza o [[infinito]] no serían explicables en función de puros mecanismos. La «mónada» suprema sería [[Dios]], en tanto que se encarga de producir la ''[[armonía preestablecida]]'' o ajuste universal entre todas las mónadas para producir su [[acción]]. Este artificio no supera el [[ocasionalismo]] de [[Nicolás Malebranche]] y supone la eliminación de la [[Idea]] de [[Causa]] por una coordinación puramente [[metafísica]].
 
La filosofía de Leibniz supone una crítica al [[empirismo]] de [[Juan Locke]] y al [[mecanicismo]] cartesiano. En su [[Gnoseología]], distingue dos tipos de verdades irreductibles entre sí: ''verdades de razón'', propias de las matemáticas, que están enunciadas de forma necesaria, y ''verdades de hecho'', basadas en la [[contingencia]] (por ejemplo: «César pasó el Rubicón»). Para superar la infinita distancia entre ambos tipos de verdades y negar el empirismo, diseña como fundamento de su filosofía la «[[mónada]]» o [[sustancia]] espiritual, extraída de la escolástica de [[Francisco Suárez]]. La «mónada» estaría presente en todos los cuerpos vivos y también en las relaciones físicas, donde las nociones de fuerza o [[infinito]] no serían explicables en función de puros mecanismos. La «mónada» suprema sería [[Dios]], en tanto que se encarga de producir la ''[[armonía preestablecida]]'' o ajuste universal entre todas las mónadas para producir su [[acción]]. Este artificio no supera el [[ocasionalismo]] de [[Nicolás Malebranche]] y supone la eliminación de la [[Idea]] de [[Causa]] por una coordinación puramente [[metafísica]].
  
Sus principales obras son: ''Discurso de metafísica'' (1686), ''Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano'' (1705), ''Ensayos de Teodicea'' (1710, único libro publicado en vida de su autor) y la ''Monadología'' (1714).
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{{cita|1=1. El precursor del idealismo alemán
  
{{cita|1=«'''GOTTFRIED WILHELM LEIBNIZ (1646-1716).'''
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Leibniz es presentado como un «precursor del idealismo clásico alemán», y su filosofía surgió y se desarrolló mientras empezaba a desmoronarse el feudalismo en Alemania aunque el capitalismo no acababa de cuajar. La edición de 1963 se refiere a Leibniz como «idealista objetivo», aunque también puede leerse que Leibniz procuró sintetizar el materialismo mecanicista de Descartes y Hobbes con el aristotelismo escolástico. Esta edición concluye que la «concepción del mundo» de Leibniz «expresaba la ideología de compromiso de la burguesía alemana respecto al feudalismo». Asimismo esta edición anota que Leibniz incorporó a su filosofía la idea del lenguaje (cálculo) universal.
  
A los 21 años y después de haber cursado estudios de metafísica escolástica en Leipzig con J. Thomasius y de física mecanicista en Jena, con E. Weigel, y de haberse doctorado en Derecho en Altdorf, junto a Núremberg, entra al servicio del Príncipe Elector de Maguncia, Juan Felipe de Schonborn y mediante él entra de lleno en la vida política y diplomática de su tiempo. En 1672 va a París para interesar a Luis XIV en una empresa en Egipto, pero aprovecha esta estancia, así como otra posterior en Londres, para ponerse en contacto con algunos de los principales científicos y filósofos de la época en ambos países (Huygens, Mariotte, Malebranche, Arnauld y discípulos de Descartes, Gassendi y Hobbes, la Royal Society, las corrientes científicas de Boyle y de Newton, y posteriormente en Holanda visita a Spinoza). En París descubre el Cálculo Infinitesimal, anteriormente descubierto por Newton, pero al que se adelanta en su publicación en 1684. Finalmente, obtiene Leibniz el cargo de bibliotecario y consejero de la corte de Hannover, en 1676, donde publica y escribe mucho, aunque no suele acabar sus escritos y se mantiene en comunicación científica y diplomática con las principales cortes de Europa y con los pensadores e investigadores de entonces, trama intrigas, traza planes, hasta que cae en desgracia de la corte y muere abandonado de todos en 1716.
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Leibniz descubrió el cálculo infinitesimal al mismo tiempo e independientemente de Newton. Leibniz también preconcibió la ley de conservación de la energía.
  
'''1. Verdades de razón y verdades de hecho.'''
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2. Las mónadas
  
Hay que distinguir entre verdades de razón y verdades de hecho. Las verdades de razón son necesarias. Su negación implica contradicción. Su negación es falsa siempre. Se rigen por dos principios: El principio de identidad, A≡A y el principio de no contradicción. Las verdades de hecho en cambio pertenecen al ámbito de la experiencia y se rigen por los principios de razón suficiente y de los indiscernibles. El progreso de la ciencia consistiría en pasar de las verdades de hecho a las verdades de razón merced al principio de razón suficiente. Las verdades de razón abarcan las esencias ideales, las verdades de hecho las existencias reales. El principio de razón suficiente permite reducir las verdades de hecho a verdades de razón.
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La Idea clave en el sistema de Leibniz es la Idea de «mónada», término que viene del griego ????? y que significa unidad, esto es, «la unidad indivisible más simple». Simple quiere decir «sin parte» (Leibniz, Monadología § 1) y compuesto «un montón o aggregatum de simples» (§ 2).
  
Para Leibniz, el punto de partida no puede ser simplemente el cogito. Si yo pienso, yo pienso algo, en algo. Mi pensar apunta, tiende, se refiere a algo o a alguien. No sólo pienso, sino que otros piensan y diversas cosas son pensadas por mí.
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De modo que Leibniz pone como fundamento de la Naturaleza a las mónadas, «ciertas sustancias espirituales (ideales) independientes» que son la base de todas las cosas y de toda la vida.
  
Dice Leibniz en la carta a Arnauld, dic. 1686:
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En la edición de 1980 leemos que Leibniz negaba que la materia, al poseer extensión y ser divisible, no podía ser sustancia.
  
"La unidad sustancial exige un ser constituido como indivisible e indestructible por medios naturales...lo cual (sólo puede encontrarse)...en un alma o forma sustancial al modo de lo que se llama yo".
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«En cualquier caso, las imágenes fenoménicas de las Mónadas no tendrían por qué ser únicas. También el punto –como unidad límite del espacio–, el instante –cómo unidad mínima del tiempo–, o el conatus –como unidad mínima de la acción (energía, ímpetu)–, son imágenes y puntos de partida de la Idea de Mónada» (Gustavo Bueno «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 16).
  
El Yo es una sustancia y las cosas en las que pienso también son objetos. Existe una multiplicidad de egos, de sustancias indivisibles, por ser irreductiblemente simples y tales que son indescomponibles en cuanto semejantes yoes. Cada yo es irreductible a todos los demás.
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«Leibniz apeló de hecho a algunos descubrimientos de los microscopistas coetáneos (Leeuwenhoek, Hooke) que habían percibido unidades vivientes dentro de organismos macroscópicos pequeños (§ 68)… Sin duda, el concepto de célula fue configurado en parte precisamente por la influencia de la idea leibniciana de mónada: si las mónadas son células es porque las células, de algún modo, eran mónadas» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 37).
  
El individuo es la sustancia, porque es indivisible. Por otra parte, jamás los individuos coinciden absolutamente entre sí. Principio de los indiscernibles:
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«El punto sería la forma por la que nos aproximamos dialécticamente (por negación) a la idea de mónada. A fin de cuentas, la idea de una unidad inextensa es negativa, lo no espacial: pero la inespacialidad (la unidad inespacial) a la que podemos llegar a partir del espacio (puesto que la inespacialidad absoluta no nos es accesible) es el punto. El punto es inextenso, simple, no tiene partes, pero no es el vacío. Así, por ejemplo, el punto es un centro de todas las rectas que pasan por él, y de las infinitas rectas que forman parte de los círculos concéntricos infinitos que lo envuelven. Por un punto pasan todas las direcciones y sentidos posibles, y el punto por tanto las contiene a todas. También el punto contiene otras figuras planas, incluso sólidas» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», págs. 44-45).
  
"no es posible que haya dos individuos semejantes o diferentes solo en el número" Carta a Arnauld, 14 de julio de 1686.
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No obstante, no le queda más remedio que admitir que las mónadas «poseen algunas cualidades; en otro caso no serían ni siquiera Seres. Y si las substancias simples no difirieran por sus cualidades, no habría medio de darse cuenta de ningún cambio en las cosas» (Monadología § 8).
  
En el mundo de los seres ideales, figuras geométricas puras, cabe imaginar entes absolutamente similares. Pero entre los individuos siempre hay diferencias.
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Si los átomos del atomismo antiguo eran en sí mismos inmóviles (al modo eleático), los átomos espirituales que son las mónadas están sujetos al cambio continuo en el perpetuo fluir de su pura inquietud en la continua fluencia de momentos o de estados (lo que compensa su inespacialidad). «Resuena aquí la concepción que Boecio se hizo de la eternidad de Dios (interminabilis vitae tota simul et perfecta possesio), como si fuese la idea de Dios (más que las ideas psicológicas) el modelo en el que Leibniz se inspira aquí para su concepto de unidad de cada mónada. El tiempo queda, en todo caso, “del lado” de la vida interior de las mónadas, al modo agustiniano (más que al modo aristotélico), un modo que subsistirá en la concepción kantiana del Tiempo» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 28).  
  
Cada forma sustancial es una mónada, una sustancia simple. Cada ser vivo incluye una forma sustancial.
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En el sistema de Leibniz no hay propiamente mundo inorgánico, ya que «toda la Naturaleza es orgánica», es decir, es imposible, bajo el sistema monadológico, que haya naturaleza no viva. Esta es una tesis animista o hilozoista, esto es, la sustantificación de lo viviente frente a lo inorgánico. Frente al mecanicismo de Descartes, Leibniz tomaría partido por el vitalismo (o por el panpsiquismo).
  
Ni los seres imaginarios o de ficción, ideales o sueños son sustancias. Están sustentados en la sustancialidad de aquellos que los engendran. No son reales, sino ideales.
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Ahora bien, «el animismo leibniciano queda compensado por su gradualismo (los cuerpos físicos tienen percepciones, pero estas son inconscientes) y constituye, por otro lado, un camino hacia la neutralización de otros dualismos no menos “primitivos”, el dualismo cuerpo/espíritu» (Ibid. Pág. 38).
  
Tampoco el cuerpo, la extensión es una sustancia, ni cabe encontrar en lo material forma sustancial que corresponda a la materia.
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«La Idea de Mónada de la Monadología no se circunscribe al campo de la experiencia psicológica, sino que se configura, como Idea ontológica, en el momento de extenderse sistemáticamente a la totalidad de los fenómenos, en cuanto éstos son interpretados como “compuestos confusos” que piden ser resueltos en sus “partes simples” (las partes simples de las que habla la tesis de la Segunda antinomia kantiana)» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 16).
  
'''2. De los individuos a Dios.'''
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3. El Dios de Leibniz
  
La lógica leibniciana postula que todas las propiedades o características que puedan contribuir a individualizar a alguien y a distinguirle de los otros, de las restantes sustancias individuales en el único ámbito con el que contamos para establecer dichas distinciones (el espacio-tiempo) le pueden ser atribuidas mediante una predicación en la que intervenga el verbo ser y en la que el deíctico que la designe a uno mismo ocupe el lugar lógico-gramatical de sujeto. Las mónadas son conceptos. El principio de los indiscernibles enunciado anteriormente supone la erección de la diferencia en dimensión constitutiva de la identidad, sea cual sea el plano (individual, específico, genérico) en que ésta se define.
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Desde el materialismo filosófico el sistema monadológico se nos presenta como inconsistente por ser Dios la mónada de las mónadas, pero «si Dios es una mónada, deberá, en su contenido representar a todas las demás (con lo que habrá de formar parte del mundo o el mundo de El). Pero, al mismo tiempo, si la esencia de Dios consiste en reflejarse a sí mismo, no podrá formar parte del mundo…» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 35).
  
Todo lo que yo pueda predicar de un concepto se halla ya a priori en el interior de ese concepto. Lo que yo predique estaba ya incluido en la noción del sujeto. El acto de predicar es desplegar la autoidentidad del concepto, un acto de análisis. Por ello el nombre de juicios analíticos a los juicios en los que el concepto del predicado está incluido en el sujeto. Todo juicio para Leibniz es analítico. Todo juicio se puede reducir en última instancia a la fórmula A=A. Este es el Principio de identidad. La verdad es la autoidentidad del concepto. La verdad es coherencia interna de un sistema axiomático. Es la coincidencia del sujeto con el predicado. El análisis determina si el concepto enunciado en el predicado conviene con el sujeto. Dentro de un concepto, una mónada, caben infinitas notas distintivas de esa mónada respecto a las otras infinitas mónadas del cosmos. Por ello, en cierto modo, una mónada es un aspecto, una perspectiva del cosmos, un espejo viviente del universo. Tiene que haber un entendimiento capaz de captar esas infinitas nociones lógicas constituyentes de los conceptos en la multitud e infinitud de sus diferencias, y de conocerlas a priori. Hace falta un sujeto que conozca a priori el fundamento de toda esa diversidad espacio-temporal.
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En el sistema monadológico todo está en todo, y por tanto tal sistema se desvincula del principio de symploké, esto es, del principio de discontinuidad e inconmensurabilidad por el que se toma partido, de modo apagógico, desde el materialismo filosófico contra el monismo dogmático y el pluralismo radical nihilista. Con lo cual el sistema monadológico cae bajo la dictadura del monismo, frente al espinosismo que se trata de un materialismo pluralista neutro.
  
'''3. El Dios de Leibniz.'''
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4. La armonía preestablecida
  
Las sustancias individuales son totalmente independientes de sí, unas de otras. Las sustancias sólo dependen de Dios y ello una por una, directamente, sin mediación:
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La relación de las mónadas entre hace posible la «armonía preestablecida», y por ello este mundo es «el mejor de los mundos posibles» (en las ideas de Dios –dice Leibniz– hay infinidad de mundos posibles, pero sólo existe uno; luego si sólo existe uno es sin duda el mejor, pero también el peor; o, mejor dicho, ni puede ser el mejor ni el peor porque no hay otros mundos con los cuales pueda compararse; o, tal vez, puede compararse con los mundos posibles que no existen en la actualidad sino sólo en la mente de Dios como posibilidad).
  
"Cada sustancia individual o ser completo es como un mundo aparte, independiente  de cualquier otra cosa que no sea Dios". Carta a Arnauld, 14 de julio de 1686.
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Al explicar el movimiento, Leibniz caía en una contradicción, pues «las mónadas no actúan recíprocamente entre sí y, al mismo tiempo, forman un mundo único en movimiento y desarrollo, que es regulado por la armonía preestablecida, la cual depende de la mónada suprema (el absoluto, Dios)».
  
La dependencia del individuo respecto a Dios es directa. Cada sustancia individual expresa enteramente el universo a su manera y según una cierta relación o punto de vista:
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La armonía preestablecida se traducirá en «mano invisible» en Adam Smith y contribuirá a la ideología del libre mercado: «la armonía preestablecida, corresponde a una economía de mercado sin departamento de planificación –a diferencia de una economía dirigista, en la cual el departamento de planificación, el Estado, corresponde al Dios intervencionista de Malebranche» (Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya Ciencia, Barcelona 1972, pág. 129). Para Leibniz la propiedad privada brota de la misma naturaleza humana. «Con esto Leibniz, a pesar de sus prevenciones, termina por entrar en el cuadro ideológico clásico del capitalismo. Los individuos se mueven por su propio interés y es precisamente en el egoísmo “monadológico” de cada cual –“yo no voy a comprar carne confiado en la benevolencia del carnicero”– sobre el que se construye el edificio económico social. Porque los diferentes egoísmos individuales se corresponden de tal manera que ocurre como si una 'mano oculta' los guiase hacia la prosperidad del conjunto» (Ibid., pág. 169).
  
"toda sustancia es como un mundo entero y como un espejo de Dios o bien de todo el universo, al cual expresa cada una a su manera, más o menos como una misma ciudad es representada de maneras diversas según las diversas situaciones del que mire". Discours de métaphysique, parágrafo IX.
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5. Teoría del conocimiento
  
El modo en que ve el mundo cada individuo, modo que caracteriza a su conciencia, expresa con mayor o menor claridad y distinción la relación sustancial entre su alma y Dios. Caben múltiples percepciones de la naturaleza a lo largo del espacio y del tiempo, pero en cada una de ellas se esconde un reflejo de Dios, el cual es conocido por las mónadas con ocasión del mundo.
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En teoría del conocimiento Leibniz trató de conciliar racionalismo y empirismo (como volvería a hacer Kant), pero, eso sí, «no somos más que Empíricos en las tres cuartas partes de nuestras Acciones. Por ejemplo, cuando se espera que amanecerá un nuevo día, se actúa como Empírico, porque esto ha ocurrido siempre así hasta ahora. Sólo el Astrónomo es el que lo juzga por razón» (Monadología § 28).
  
Dios es sobre todo armonía. La existencia de Dios venía ligada a la posibilidad de que, con tantos elementos sustanciales a percibir, pudiese haber todavía una identidad o subsistencia en el sujeto percipiente. Mas no basta con dar cuenta de esta infinita pluralidad temporal, sino que además hay que explicar la unidad de cada percepción del mundo, y sobre todo, la concordancia entre las percepciones de los diversos individuos, los cuales son plenamente independientes entre sí. Pues bien, "esta correspondencia mutua entre las diferentes sustancias es una de las más fuertes pruebas de la existencia de Dios", ya que, si no fuese así, "los fenómenos de los espíritus diferentes no concordarían entre sí y habría tantos sistemas como sustancias, o bien sería puro azar que concordasen a veces".
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En la edición de 1963 podemos leer que Leibniz pensaba contra el sensualismo y empirismo de John Locke. Leibniz discrepaba con Locke en que la mente es una «tabula rasa» y negaba que en la experiencia sensorial estuviese el origen de la universalidad y la necesidad del saber y que éste estaba en el entendimiento. Pero esta posición de Leibniz no es la misma que la de las ideas innatas que defendía Descartes, pues se trata más bien de una variante, ya que tales ideas «se hallan incluidas en el entendimiento de modo análogo a como las vetas de la piedra se hallan en el bloque de mármol». Por decirlo en términos gnoseológicos de la teoría del cierre categorial, Leibniz se aproximaría a una posición más bien teoreticista y Locke a una posición más bien descripcionista.
  
Dios, por lo tanto, existe, y no es sino la armonía o concordancia entre los distintos individuos o mónadas; y no sólo la armonía entre sus respectivas percepciones, sino también entre sus actos: proyectos comunes, etc.  
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Para Leibniz el criterio de verdad está en la claridad, la precisión y la ausencia de contradicciones en el entendimiento, y para ello se sirve de los principios de la lógica aristotélica: principio de identidad, de contradicción y de tercero excluido. Asimismo, Leibniz desarrolló el principio de razón suficiente y también el principio de lo mejor que garantiza la armonía preestablecida.
  
El mundo no es sino la explicitación de que la armonía entre las mónadas es posible y está realizada actualmente en todo momento. Incluidos los instantes aparentemente caóticos.
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Hay que esperar a la edición de 1963 para que se haga mención a la noción leibniciana de «verdades de hecho» (no se mencionan las «verdades de razón»), y para alcanzar éstas es imprescindible el principio de razón suficiente. Leibniz distingue dos tipos de verdades: las verdades de hecho y las verdades de razón: «Las verdades de Razonamiento son necesarias, y su opuesto es imposible, y las de Hecho son contingentes y su opuesto es posible. Cuando una verdad es necesaria, se puede hallar su razón por medio de análisis, resolviéndola en ideas y verdades más simples, hasta que se llega a las primitivas» (Monadología § 33).
  
Según Leibniz, la creación implica, como paso lógico previo a su explicitación física o realización, un cálculo de infinitas variables y de innumerables entradas y salidas, cálculo que es llevado a cabo por el entendimiento divino o país de los posibles.
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6. Monadología, dialéctica y evolucionismo
  
El Dios de Leibniz aparece radicalmente escindido en entendimiento y voluntad. En cuanto substancia, Dios se caracteriza por la omnipotencia o, Dios es todo voluntad de ser, poder infinito. Dios posee también inteligencia y voluntad. No es el Dios ciego o pura necesidad que le atribuyó Espinosa. El mundo que existe es contingente. Dios es plenamente libre al crearlo. Contra lo afirmado por Hobbes y Espinosa, Leibniz piensa que el mundo hubiera podido no existir jamás. El entendimiento divino, al combinar las esencias eternas que pujaban por existir, no sólo tuvo en cuenta la posibilidad del mundo existente, en el cual están contenidos todos los acontecimientos habidos y por haber en la historia de los individuos y en la de los diversos entes ideales sostenidos por ellos, sino que valoró también la posibilidad de crear otros, estableciendo una escala o jerarquía entre los diversos mundos posibles, es decir, entre las esencias eternas y todas sus posibles combinaciones u ordenaciones. A la voluntad divina le correspondió elegir uno, el mundo existente, pero hubiera podido inclinarse por otro. Estas dos fases lógicas previas a la creación efectiva del mundo, en virtud de la omnipotencia divina no existirían si no fuese porque el mundo es contingente.
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La monadología incorpora la dialéctica a su sistema, al comprender el movimiento interno de la materia y la conexión mutua de todas las formas de manifestación de la vida a través del entrelazamiento y la conexión de las mónadas. En Leibniz el movimiento físico está subordinado a la teleología, y su dialéctica –como observa la edición de 1980– «era idealista y teológica».
  
Las esencias eternas, a las que Leibniz suele llamar metafóricamente ideas del entendimiento divino, son por un lado independientes de la voluntad divina y por otra parte tienden por sí mismas a la existencia. Dijo Aristóteles en Metafísica Libro III: "τὸ γὰρ αὐτὸ ἅμα ὑπάρχειν τε καὶ μὴ ὑπάρχειν ἀδύνατον τῷ αὐτῷ καὶ κατὰ τὸ αὐτό, to gar auto hama hyparchein te kai me hyparchein adynaton to auto kai kata to auto: es imposible que a lo mismo y bajo un mismo respecto lo mismo le pertenezca y a la vez no le pertenezca". Se trata del texto más poderoso de la historia de la filosofía. El principio calificado por Aristóteles de más firme rige tanto el orden de la realidad sensible como el lingüístico y el de las representaciones o imágenes, constituyendo así un principio universal del ser. La fuerza del principio es tal que cuando Guillermo de Ockham intenta preservar el dogma de la potencia absoluta excluye a Dios de toda sujeción a los mandamientos...excepto al primero. Y ello, precisamente, porque tal libertad supondría para Dios el odiarse a sí mismo y para el mundo quedar privado de la no contradicción.
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Leibniz no sólo influenció en el idealismo alemán, también en la teoría de la evolución de las especies. En el párrafo 82 de la Monadología podemos leer: «hay esto de particular en los Animales racionales, que sus pequeños Animales Espermáticos, en tanto que sólo son esto, tienen sólo Almas ordinarias o sensitivas; pero desde el momento en que ellos son elegidos, por decirlo así, alcanzan, por una concepción actual, la naturaleza humana, y sus almas sensitivas son elevadas al grado de la razón y a la prerrogativa de los Espíritus».
  
Tomás de Aquino nos presenta una divinidad confundida a tal punto con la ley que pese a su omnipotencia (salvaguardada con mil artificios) no podría suprimir o modificar uno solo de los mandamientos sin automáticamente suprimirse o modificarse a sí mismo.
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Según Leibniz, la Naturaleza no da saltos, pues consiste en un desarrollo mecánico continuo.
  
Duns Escoto da un paso gigantesco en favor de la omnipotencia, al considerar como leyes absolutas (es decir, leyes que ni el mismo Dios puede modificar) tan sólo los preceptos de la primera tabla. Dios ha impuesto que matar, fornicar o hurtar (preceptos de la segunda tabla) sea pecado, pero hubiera podido imponer otra cosa.
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7. El Reino de la Naturaleza y el Reino de la Gracia
  
El paso que Ockham no se atreve a dar constituye el trasfondo de la hipótesis cartesiana del genio maligno que conviene contemplar a la luz de textos más explícitos como, por ejemplo, esta carta a Mersenne de 1637:
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Leibniz distinguía entre el «Mundo Moral» y el «Mundo Natural», pero admite que hay armonía «entre el reino Físico de la Naturaleza y el reino Moral de la Gracia, es decir, entre Dios considerado como Arquitecto de la Máquina del universo y Dios considerado como Monarca de la ciudad divina de los Espíritus» (Monadología § 87). Asimismo, el Dios de Leibniz tiene más relación con el Nous de Anaxágoras que con el Acto Puro de Aristóteles, en tanto que se trata del Logos que, como razón universal, elige lo más racional.
  
"Dios se ha hallado libre de hacer que no fuera verdad que todas las líneas que van del centro a la circunferencia fueran iguales, como de no crear el mundo, pues tales verdades no son más co-esenciales a su esencia que las otras creaturas".
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Así podríamos clasificar la ontología especial leibniciana: «el reino de la Naturaleza (M1), que es un reino de apariencias o phaenomena bene fundata; el reino del Espíritu, que es el reino de las Mónadas (entendidas como entelequias o almas: Monadología, 63, 66), y que corresponde a M2, y Dios, como fundamento de la armonía, espacio de los posibles (M3)» (Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, pág. 54).
  
Pues bien, Leibniz restaura la co-esencialidad de las verdades eternas (aquellas cuyo opuesto encierra contradicción) a la divinidad:
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La filosofía de Leibniz es un eslabón insoslayable de la secularización, proceso de inversión teológica mediante, del Reino de la Gracia en el Reino de la Cultura. 
  
"Sin embargo, no cabe imaginar, como algunos hacen, que las verdades eternas, hallándose en dependencia de Dios, son arbitrarias y dependen de su voluntad, como Descartes parece haberlo creído, y tras él Monsieur Poiret. Esto es verdad tan sólo de las verdades contingentes, cuyo principio es la conveniencia o elección de lo mejor; mientras que las verdades eternas dependen tan sólo de su entendimiento y constituyen el objeto interno" Monadología, 46.
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8. ¿Es posible un Leibniz materialista?
  
Las verdades eternas no pueden depender de Dios por hallarse determinadas tan sólo por la contradicción interna. El principio queda así confirmado en la potencia que le otorgó el Estagirita: la no contradicción es condición necesaria de toda entidad, comprendida la que Dios constituye.
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Si –como decimos desde el materialismo filosófico– espiritualista es toda posición que defiende la posibilidad de vivientes incorpóreos y materialista el que defiende la imposibilidad de tales vivientes, entonces Leibniz tiene destellos de filósofo materialista. «Postular que toda alma haya de tener cuerpo es tanto como postular que toda alma (sustancia) haya de estar en coordinación con otras sustancias. De esta coordinación que, en realidad, es la coordinación del encuentro de las energías de cada sustancia brota el fenómeno del espacio y la zona de influencia espacial de cada centro sustancial energético será un compuesto con respecto del cual el alma o mónada viene a desempeñar la función de una forma (Gestalt) o entelequia aristotélica (§ 62)» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», págs. 29-30).
  
Cada esencia eterna tiene un cierto grado de perfección, que Leibniz llama cantidad de esencia, y que viene caracterizado precisamente por su tendencia a coexistir, a ser composible con otras esencias. Las posibilidades de existir de las esencias eternas no son equivalentes y el entendimiento divino mide o establece la escala correspondiente. Al considerar todas las combinaciones posibles surge una gradación. Esta es la primera fase de lo que Leibniz suele llamar "matemática divina o mecanismo metafísico".
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No obstante, para Leibniz espacio y tiempo son fenómenos bien fundados (phenomena bene fundata), con lo cual prefigura el idealismo trascendental de las formas estéticas a priori de la sensibilidad que sostendría Kant. El tiempo se restringe al interior de cada mónada y el espacio al conjunto de todas las mónadas.|2=([[Daniel López Rodríguez]] · [http://www.filosofia.org/urss/dsf/lei.htm Godofredo Leibniz · 15 de mayo de 2019])}}
  
Entendiendo todo el proceso como puramente lógico, pues no tiene sentido imaginarlo como sucesión, cabe afirmar que la segunda fase surge cuando interviene la voluntad divina, guiada por el principio de perfección, de maximización o de óptimo, como se le quiera llamar. Este principio, del cual se complace en encontrar numerosas ejemplificaciones en la naturaleza (gravitación, geodésicas, forma esférica de las partículas de agua, etc.), viene a establecer que, en el caso de las esencias contingentes, pasa a existir aquella que más perfección implica en relación con las restantes. Dicho brevemente: Dios quiere elegir lo más perfecto y lo más perfecto siempre resulta consistir en la producción del máximo efecto con el mínimo de gasto; de gasto causal, se sobreentiende. De tal manera que el mundo existente, el deseado por la voluntad divina, y por lo tanto creado en función de su omnipotencia, es el más perfecto entre todos los posibles, es decir aquel en el que existen más esencias eternas en un mínimo de difusión espacio-temporal. Ambas variables, máximo de esencias composibles y mínimo de difusión, son inseparables de la elección divina. Cum Deus calculat fit mundus.
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Sus principales obras son: ''Discurso de metafísica'' (1686), ''Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano'' (1705), ''Ensayos de Teodicea'' (1710, único libro publicado en vida de su autor) y la ''Monadología'' (1714).
 
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La posibilidad es el principio determinante de las esencias, la perfección es el principio rector de las esencias al modo del principio de optimización, claro está. Como consecuencia inmediata de todo lo anterior, Leibniz afirma que el mundo efectivamente existente es el mejor de los mundos posibles, el más perfecto Esta proposición no puede ser demostrada. Afirmar que esta proposición es indemostrable y afirmar que Dios es libre son una y la misma cosa. Es tan sólo un artículo de fe:
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"Todo ha sido desde un principio ordenado por Dios quien ha previsto las oraciones, las buenas y malas acciones y todo lo demás; y cada cosa ha contribuido idealmente antes de su existencia a la resolución tomada sobre la existencia de todas las cosas. De tal manera que nada puede ser cambiado en el universo (como tampoco en un número) salvo su esencia, o si se prefiere, su individualidad numérica. Así, si el menor mal que acontece en el mundo viniera a faltar, ya no se trataría de este mundo, el cual exhaustivamente mesurado y explorado ha sido considerado como el mejor por el creador que lo ha elegido.
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Cierto que cabe imaginar mundos posibles, sin pecado y sin desgracia, y podríamos como los romanos construir Utopías; mas estos mismos mundos serían de hecho con mucho inferiores al nuestro. No estoy en condiciones de mostrarlo detalladamente, pues ¿cómo puedo yo conocer, representar y comparar infinitos? Mas debéis juzgarlo conmigo ab effectu, puesto que Dios ha escogido este mundo tal como es." Teodicea I, parágrafos 7-10
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'''4. Doctrina monadológica.'''
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Dice Leibniz en la "Monadología", al comienzo:
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"1. La mónada, sobre la cual hablaremos aquí, no es sino una substancia simple que forma parte de las compuestas; simple, es decir, sin partes.
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2. Es preciso que existan substancias simples, puesto que hay substancias compuestas; porque lo compuesto no es sino un conglomerado o aggregatum de cosas simples.
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3. Pero donde ya no hay partes, no hay extensión, ni figura, ni divisibilidad posible. Y estas mónadas son los verdaderos átomos de la Naturaleza; en una palabra, los elementos de las cosas [...].
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18. Se podría dar el nombre de entelequias a todas las substancias simples o mónadas creadas ya que tienen en sí una cierta perfección y poseen una cierta suficiencia que las hace fuente de sus acciones internas y, por así decir, como autómatas incorporales.
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19. Si queremos llamar "alma" a todo lo que posee percepciones y apetitos en el sentido general que acabo de explicar, todas las sustancias simples o mónadas creadas podrían llamarse almas..."
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Las mónadas son sustancias espirituales simples, que surgen por creación y desaparecen por aniquilación. Leibniz define a las mónadas recurriendo a los conceptos aristotélicos de "entelequia" y "forma". Las mónadas son fuerza, acto, alma.
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Características de las mónadas:
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-son fuerzas primitivas.
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-son simples e inextensas.
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-no tienen ventanas. No interactúan entre ellas.
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-la actividad monádica es interna: percepción y apetición. La apetición determina que se pase de una percepción a otra.
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La doctrina monadológica anula la distinción cartesiana entre res cogitans y res extensa y la sustituye por una multiplicidad infinita en el Universo.
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La doctrina monadológica suprime la causalidad transitiva. La causalidad pasa a ser algo funcional. Antes de Hume Leibniz ha eliminado la causalidad entre las sustancias.
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'''5. La armonía preestablecida.'''
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El mundo ha sido creado por Dios. Es uno de los mundos posibles que la mente divina concibe. Su existencia es contingente. Es una verdad de hecho sobre la cual sólo es posible encontrar la razón suficiente que permita explicar que es así y no de otro modo".
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¿Por qué hay ser más bien que nada? Dios se rige por el principio de conveniencia o de elección de lo mejor. Dios elige el mejor de los mundos posibles. La presencia del mal en el mundo no constituye ninguna objeción contra la bondad divina.
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En tal mundo reina la armonía más perfecta. Todas las cosas están ligadas unas a otras por la percepción que cada mónada individual tiene del universo desde su peculiar perspectiva. Cada mónada tiene percepción y percibe desde sí al Universo entero. Cada mónada es una representación del universo entero. Cada substancia es expresión de las demás y esto lo posibilita la armonía preestablecida en el cosmos por Dios. ??l ha sincronizado todos los movimientos entre sí como un gran relojero omnisciente y sabio.
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'''6. La naturaleza.'''
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Leibniz ataca el concepto de espacio y de tiempo absolutos de Newton, pues si todas las cosas del universo cambiasen simultáneamente su posición o su tamaño, o la distancia temporal de los acontecimientos, resultaría este nuevo mundo absolutamente indiscernible del anterior. Por lo tanto, el espacio y el tiempo no representan nada absoluto, sino que se constituyen a partir del conjunto de relaciones entre los entes.
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La voluntad divina se rige por la combinación más perfecta según el principio del máximo de resultados mediante el mínimo de gasto, tendiendo a la mayor riqueza de efecto por los procedimientos más simples.
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Cada mónada constituye un todo hermético en sí mismo y sin otra comunicación posible con el resto del universo y de las demás mónadas que la armonía preestablecida por el Creador. Incluso en el compuesto humano no se da la interacción psicosomática, sino que la mónada psíquica o "alma" lleva inscrita en sí, como un disco o una cinta magnetofónica la versión psíquica de todos los movimientos de la mónada somática, y de este modo resulta una apariencia de interacción y de percepción.
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Cada mónada psíquica contiene en sí, pero inconscientemente, una infinidad de percepciones -las de todos los fenómenos del mundo precisamente-, que mediante la Apperception van haciéndose conscientes; y así va el alma conociendo el mundo, un mundo que ya poseía inconscientemente en su interior en toda su complejidad, pero que no apercibía distintamente, es decir, que no elevaba a consciencia, sino como el rumor lejano del mar (petites perceptions).
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La teoría de los posibles de Leibniz supera a Suárez (Suárez definía el posible como aquello cuyas notas esenciales no implican contradicción entre sí) al definir el posible en virtud de los demás posibles. El posible para ser realmente posible ha de ser composible con otros posibles dentro de un orden determinado, para el cual ha de haber una razón suficiente. Un posible sólo puede existir si es composible.
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El Mundo es un agregado de cosas finitas gobernado por la Monas Monadum, Dios y regido por el principio de Razón Suficiente. Este es el mejor de los mundos posibles dentro de la ley de la composibilidad.
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A la objeción del mal en el Mundo da Leibniz una triple respuesta:
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- si se trata del mal físico, es éste una consecuencia de la composibilidad y un medio de mayor bien total;
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- si se trata del mal moral, su posibilidad es condición de la libertad, o consecuencia práctica de la misma; de todos redunda en el mayor bien total;
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- el mal metafísico, o defectibilidad esencial de los individuos, es una consecuencia de la finitud de la criatura y de su limitación esencial.
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En realidad, el orden actual del Mundo no puede tener más razón suficiente que un relativo grado de bondad, mezclada con muchas imperfecciones y la absoluta gratuidad de la elección divina, cuya libertad está fuera de toda razón suficiente. Pues evidentemente a la voluntad libre del Creador le basta alguna razón de bien y no requiere la perfección máxima para elegir. Esto aparte de que ningún orden contingente de composibles puede ser absolutamente el mejor.
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La fuerza disponible, o desplegada en un instante determinado por la sustancia monádica forma parte de una serie de instantes mutuamente referidos, según una ley que envuelve toda la serie y está implicada en cada uno de ellos. Esta relación de la sustancia a su potencial puede reducirse a una relación matemática, la de la integral y la diferencial. Y mediante la introducción de cantidades infinitamente pequeñas y de los principios de continuidad (natura non facit saltus) y de los indiscernibles (la diferencia numérica implica necesariamente una diferencia cualitativa infinitamente pequeña).
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La Mecánica de Leibniz se funda en otras dos leyes: la ley de la conservación de la fuerza y la ley de la continuación del progreso en un conjunto. Esto exige la existencia de una armonía entre todos los fenómenos mecánicos que afectan a un sistema.
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Existir es ser armónicamente en virtud de los principios de complementariedad, covariante y preadaptación, implicados en un sistema de concomitancias. El mundo es un agregado de cosas finitas, presididas por la unidad dominante, superior y trascendente al mismo mundo, y que por lo mismo es la razón suficiente de su existencia. Existe algo así como una lucha entre muchos posibles, cuya existencia decide la Razón Suprema, teniendo en cuenta todas las combinaciones posibles y rigiéndose según la ley de la perfección: el máximo de esencia con el mínimo de gasto. "Principium meum est -dice Leibniz- quidquid existere-potest et aliis compossibile est, id existere" (Cfr. Carta 1 a Mr. Bourguet, 1714, y De Veritatibus primis y De rerum originatione radicali, 1697).»|2=[http://www.nodulo.org/ec/aut/fgp.htm Felipe Giménez Pérez]}}
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== Enlaces de interés ==
 
== Enlaces de interés ==
* Patricio de Azcárate, ''Esposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia'', tomo II (1861), Proyecto Filosofía en español.
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* '''[http://filosofia.net/piezas/leibniz.htm Leibniz] Piezas filosóficas: vídeo, texto y enlaces'''
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* [[Patricio de Azcárate]], ''Esposición histórico-crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia'', tomo II (1861), Proyecto Filosofía en español.
 
** [http://www.filosofia.org/aut/azc/sfm209.htm «9. Panteísmo teológico-racionalista»].
 
** [http://www.filosofia.org/aut/azc/sfm209.htm «9. Panteísmo teológico-racionalista»].
 
** [http://www.filosofia.org/aut/azc/sfm210.htm «10. Sistema de Leibnitz»].
 
** [http://www.filosofia.org/aut/azc/sfm210.htm «10. Sistema de Leibnitz»].
* Federico Alberto Lange, [http://www.filosofia.org/mat/hdm/lange118.htm «La reacción contra el materialismo en Alemania»], en ''Historia del materialismo'', tomo I (1903), Proyecto Filosofía en español.
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* [[Federico Alberto Lange]], [http://www.filosofia.org/mat/hdm/lange118.htm «La reacción contra el materialismo en Alemania»], en ''Historia del materialismo'', tomo I (1903), Proyecto Filosofía en español.
 
* [http://www.filosofia.org/hem/dep/rdf/068p103.htm Gustavo Bueno Martínez: La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva]
 
* [http://www.filosofia.org/hem/dep/rdf/068p103.htm Gustavo Bueno Martínez: La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva]
 
* M. T. Iovchuk, T. I. Oizerman e I. Y. Schipanov, [http://www.filosofia.org/aut/004/hf106.htm «El desarrollo de la filosofía euro-occidental en el periodo de las revoluciones burguesas (desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII)»], en ''Historia de la filosofía'', tomo I (1978), Proyecto Filosofía en español.
 
* M. T. Iovchuk, T. I. Oizerman e I. Y. Schipanov, [http://www.filosofia.org/aut/004/hf106.htm «El desarrollo de la filosofía euro-occidental en el periodo de las revoluciones burguesas (desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII)»], en ''Historia de la filosofía'', tomo I (1978), Proyecto Filosofía en español.
* Leibniz, [http://www.helicon.es/pen/8542205.htm ''Monadología''], ed. trilingüe (1981), con intr. de Gustavo Bueno, Pentalfa Ediciones.
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* Leibniz, [http://www.helicon.es/pen/8542205.htm ''Monadología''], ed. trilingüe (1981), con intr. de [[Gustavo Bueno]], Pentalfa Ediciones.
 
** Gustavo Bueno, [http://www.helicon.es/dig/8542205i.pdf «Introducción a la ''Monadología'' de Leibniz»] (PDF).
 
** Gustavo Bueno, [http://www.helicon.es/dig/8542205i.pdf «Introducción a la ''Monadología'' de Leibniz»] (PDF).
 
* Julián Marías, [http://www.filosofia.org/hem/199/19980423.htm «Amistad con Leibniz»], ''ABC'' (23-IV-1998), Proyecto Filosofía en español.
 
* Julián Marías, [http://www.filosofia.org/hem/199/19980423.htm «Amistad con Leibniz»], ''ABC'' (23-IV-1998), Proyecto Filosofía en español.
* Javier Pérez Jara, [http://www.nodulo.org/ec/2003/n015p23.htm «Recopilación de estudios sobre Leibniz»], ''El Catoblepas'', nº 15:23, mayo de 2003.
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* Javier Pérez Jara, [http://www.nodulo.org/ec/2003/n015p23.htm «Recopilación de estudios sobre Leibniz»], ''[[El Catoblepas]]'', nº 15:23, mayo de 2003.
 
* [http://buscador.lechuza.org/resultados.php?texto=Leibniz&xx=buscar Leibniz] en Lechuza.
 
* [http://buscador.lechuza.org/resultados.php?texto=Leibniz&xx=buscar Leibniz] en Lechuza.
  

Última revisión de 19:17 10 nov 2023

Godofredo Guillermo Leibniz

Godofredo Guillermo Leibniz (Leipzig, 21 de junio de 1646 — Hannover, 14 de noviembre de 1716). Filósofo alemán nacido en una familia protestante de juristas. Extraordinariamente precoz, se convirtió en gran erudito en la filosofía escolástica y en el cartesianismo y el atomismo moderno. Trabajó como embajador en París, época en la que descubre el cálculo infinitesimal. Fundó la Academia de Ciencias de Berlín e intentó la unión de todas las religiones cristianas, sin éxito.

La filosofía de Leibniz supone una crítica al empirismo de Juan Locke y al mecanicismo cartesiano. En su Gnoseología, distingue dos tipos de verdades irreductibles entre sí: verdades de razón, propias de las matemáticas, que están enunciadas de forma necesaria, y verdades de hecho, basadas en la contingencia (por ejemplo: «César pasó el Rubicón»). Para superar la infinita distancia entre ambos tipos de verdades y negar el empirismo, diseña como fundamento de su filosofía la «mónada» o sustancia espiritual, extraída de la escolástica de Francisco Suárez. La «mónada» estaría presente en todos los cuerpos vivos y también en las relaciones físicas, donde las nociones de fuerza o infinito no serían explicables en función de puros mecanismos. La «mónada» suprema sería Dios, en tanto que se encarga de producir la armonía preestablecida o ajuste universal entre todas las mónadas para producir su acción. Este artificio no supera el ocasionalismo de Nicolás Malebranche y supone la eliminación de la Idea de Causa por una coordinación puramente metafísica.

1. El precursor del idealismo alemán

Leibniz es presentado como un «precursor del idealismo clásico alemán», y su filosofía surgió y se desarrolló mientras empezaba a desmoronarse el feudalismo en Alemania aunque el capitalismo no acababa de cuajar. La edición de 1963 se refiere a Leibniz como «idealista objetivo», aunque también puede leerse que Leibniz procuró sintetizar el materialismo mecanicista de Descartes y Hobbes con el aristotelismo escolástico. Esta edición concluye que la «concepción del mundo» de Leibniz «expresaba la ideología de compromiso de la burguesía alemana respecto al feudalismo». Asimismo esta edición anota que Leibniz incorporó a su filosofía la idea del lenguaje (cálculo) universal.

Leibniz descubrió el cálculo infinitesimal al mismo tiempo e independientemente de Newton. Leibniz también preconcibió la ley de conservación de la energía.

2. Las mónadas

La Idea clave en el sistema de Leibniz es la Idea de «mónada», término que viene del griego ????? y que significa unidad, esto es, «la unidad indivisible más simple». Simple quiere decir «sin parte» (Leibniz, Monadología § 1) y compuesto «un montón o aggregatum de simples» (§ 2).

De modo que Leibniz pone como fundamento de la Naturaleza a las mónadas, «ciertas sustancias espirituales (ideales) independientes» que son la base de todas las cosas y de toda la vida.

En la edición de 1980 leemos que Leibniz negaba que la materia, al poseer extensión y ser divisible, no podía ser sustancia.

«En cualquier caso, las imágenes fenoménicas de las Mónadas no tendrían por qué ser únicas. También el punto –como unidad límite del espacio–, el instante –cómo unidad mínima del tiempo–, o el conatus –como unidad mínima de la acción (energía, ímpetu)–, son imágenes y puntos de partida de la Idea de Mónada» (Gustavo Bueno «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 16).

«Leibniz apeló de hecho a algunos descubrimientos de los microscopistas coetáneos (Leeuwenhoek, Hooke) que habían percibido unidades vivientes dentro de organismos macroscópicos pequeños (§ 68)… Sin duda, el concepto de célula fue configurado en parte precisamente por la influencia de la idea leibniciana de mónada: si las mónadas son células es porque las células, de algún modo, eran mónadas» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 37).

«El punto sería la forma por la que nos aproximamos dialécticamente (por negación) a la idea de mónada. A fin de cuentas, la idea de una unidad inextensa es negativa, lo no espacial: pero la inespacialidad (la unidad inespacial) a la que podemos llegar a partir del espacio (puesto que la inespacialidad absoluta no nos es accesible) es el punto. El punto es inextenso, simple, no tiene partes, pero no es el vacío. Así, por ejemplo, el punto es un centro de todas las rectas que pasan por él, y de las infinitas rectas que forman parte de los círculos concéntricos infinitos que lo envuelven. Por un punto pasan todas las direcciones y sentidos posibles, y el punto por tanto las contiene a todas. También el punto contiene otras figuras planas, incluso sólidas» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», págs. 44-45).

No obstante, no le queda más remedio que admitir que las mónadas «poseen algunas cualidades; en otro caso no serían ni siquiera Seres. Y si las substancias simples no difirieran por sus cualidades, no habría medio de darse cuenta de ningún cambio en las cosas» (Monadología § 8).

Si los átomos del atomismo antiguo eran en sí mismos inmóviles (al modo eleático), los átomos espirituales que son las mónadas están sujetos al cambio continuo en el perpetuo fluir de su pura inquietud en la continua fluencia de momentos o de estados (lo que compensa su inespacialidad). «Resuena aquí la concepción que Boecio se hizo de la eternidad de Dios (interminabilis vitae tota simul et perfecta possesio), como si fuese la idea de Dios (más que las ideas psicológicas) el modelo en el que Leibniz se inspira aquí para su concepto de unidad de cada mónada. El tiempo queda, en todo caso, “del lado” de la vida interior de las mónadas, al modo agustiniano (más que al modo aristotélico), un modo que subsistirá en la concepción kantiana del Tiempo» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 28).

En el sistema de Leibniz no hay propiamente mundo inorgánico, ya que «toda la Naturaleza es orgánica», es decir, es imposible, bajo el sistema monadológico, que haya naturaleza no viva. Esta es una tesis animista o hilozoista, esto es, la sustantificación de lo viviente frente a lo inorgánico. Frente al mecanicismo de Descartes, Leibniz tomaría partido por el vitalismo (o por el panpsiquismo).

Ahora bien, «el animismo leibniciano queda compensado por su gradualismo (los cuerpos físicos tienen percepciones, pero estas son inconscientes) y constituye, por otro lado, un camino hacia la neutralización de otros dualismos no menos “primitivos”, el dualismo cuerpo/espíritu» (Ibid. Pág. 38).

«La Idea de Mónada de la Monadología no se circunscribe al campo de la experiencia psicológica, sino que se configura, como Idea ontológica, en el momento de extenderse sistemáticamente a la totalidad de los fenómenos, en cuanto éstos son interpretados como “compuestos confusos” que piden ser resueltos en sus “partes simples” (las partes simples de las que habla la tesis de la Segunda antinomia kantiana)» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 16).

3. El Dios de Leibniz

Desde el materialismo filosófico el sistema monadológico se nos presenta como inconsistente por ser Dios la mónada de las mónadas, pero «si Dios es una mónada, deberá, en su contenido representar a todas las demás (con lo que habrá de formar parte del mundo o el mundo de El). Pero, al mismo tiempo, si la esencia de Dios consiste en reflejarse a sí mismo, no podrá formar parte del mundo…» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», pág. 35).

En el sistema monadológico todo está en todo, y por tanto tal sistema se desvincula del principio de symploké, esto es, del principio de discontinuidad e inconmensurabilidad por el que se toma partido, de modo apagógico, desde el materialismo filosófico contra el monismo dogmático y el pluralismo radical nihilista. Con lo cual el sistema monadológico cae bajo la dictadura del monismo, frente al espinosismo que se trata de un materialismo pluralista neutro.

4. La armonía preestablecida

La relación de las mónadas entre sí hace posible la «armonía preestablecida», y por ello este mundo es «el mejor de los mundos posibles» (en las ideas de Dios –dice Leibniz– hay infinidad de mundos posibles, pero sólo existe uno; luego si sólo existe uno es sin duda el mejor, pero también el peor; o, mejor dicho, ni puede ser el mejor ni el peor porque no hay otros mundos con los cuales pueda compararse; o, tal vez, puede compararse con los mundos posibles que no existen en la actualidad sino sólo en la mente de Dios como posibilidad).

Al explicar el movimiento, Leibniz caía en una contradicción, pues «las mónadas no actúan recíprocamente entre sí y, al mismo tiempo, forman un mundo único en movimiento y desarrollo, que es regulado por la armonía preestablecida, la cual depende de la mónada suprema (el absoluto, Dios)».

La armonía preestablecida se traducirá en «mano invisible» en Adam Smith y contribuirá a la ideología del libre mercado: «la armonía preestablecida, corresponde a una economía de mercado sin departamento de planificación –a diferencia de una economía dirigista, en la cual el departamento de planificación, el Estado, corresponde al Dios intervencionista de Malebranche» (Gustavo Bueno, Ensayo sobre las categorías de la economía política, La Gaya Ciencia, Barcelona 1972, pág. 129). Para Leibniz la propiedad privada brota de la misma naturaleza humana. «Con esto Leibniz, a pesar de sus prevenciones, termina por entrar en el cuadro ideológico clásico del capitalismo. Los individuos se mueven por su propio interés y es precisamente en el egoísmo “monadológico” de cada cual –“yo no voy a comprar carne confiado en la benevolencia del carnicero”– sobre el que se construye el edificio económico social. Porque los diferentes egoísmos individuales se corresponden de tal manera que ocurre como si una 'mano oculta' los guiase hacia la prosperidad del conjunto» (Ibid., pág. 169).

5. Teoría del conocimiento

En teoría del conocimiento Leibniz trató de conciliar racionalismo y empirismo (como volvería a hacer Kant), pero, eso sí, «no somos más que Empíricos en las tres cuartas partes de nuestras Acciones. Por ejemplo, cuando se espera que amanecerá un nuevo día, se actúa como Empírico, porque esto ha ocurrido siempre así hasta ahora. Sólo el Astrónomo es el que lo juzga por razón» (Monadología § 28).

En la edición de 1963 podemos leer que Leibniz pensaba contra el sensualismo y empirismo de John Locke. Leibniz discrepaba con Locke en que la mente es una «tabula rasa» y negaba que en la experiencia sensorial estuviese el origen de la universalidad y la necesidad del saber y que éste estaba en el entendimiento. Pero esta posición de Leibniz no es la misma que la de las ideas innatas que defendía Descartes, pues se trata más bien de una variante, ya que tales ideas «se hallan incluidas en el entendimiento de modo análogo a como las vetas de la piedra se hallan en el bloque de mármol». Por decirlo en términos gnoseológicos de la teoría del cierre categorial, Leibniz se aproximaría a una posición más bien teoreticista y Locke a una posición más bien descripcionista.

Para Leibniz el criterio de verdad está en la claridad, la precisión y la ausencia de contradicciones en el entendimiento, y para ello se sirve de los principios de la lógica aristotélica: principio de identidad, de contradicción y de tercero excluido. Asimismo, Leibniz desarrolló el principio de razón suficiente y también el principio de lo mejor que garantiza la armonía preestablecida.

Hay que esperar a la edición de 1963 para que se haga mención a la noción leibniciana de «verdades de hecho» (no se mencionan las «verdades de razón»), y para alcanzar éstas es imprescindible el principio de razón suficiente. Leibniz distingue dos tipos de verdades: las verdades de hecho y las verdades de razón: «Las verdades de Razonamiento son necesarias, y su opuesto es imposible, y las de Hecho son contingentes y su opuesto es posible. Cuando una verdad es necesaria, se puede hallar su razón por medio de análisis, resolviéndola en ideas y verdades más simples, hasta que se llega a las primitivas» (Monadología § 33).

6. Monadología, dialéctica y evolucionismo

La monadología incorpora la dialéctica a su sistema, al comprender el movimiento interno de la materia y la conexión mutua de todas las formas de manifestación de la vida a través del entrelazamiento y la conexión de las mónadas. En Leibniz el movimiento físico está subordinado a la teleología, y su dialéctica –como observa la edición de 1980– «era idealista y teológica».

Leibniz no sólo influenció en el idealismo alemán, también en la teoría de la evolución de las especies. En el párrafo 82 de la Monadología podemos leer: «hay esto de particular en los Animales racionales, que sus pequeños Animales Espermáticos, en tanto que sólo son esto, tienen sólo Almas ordinarias o sensitivas; pero desde el momento en que ellos son elegidos, por decirlo así, alcanzan, por una concepción actual, la naturaleza humana, y sus almas sensitivas son elevadas al grado de la razón y a la prerrogativa de los Espíritus».

Según Leibniz, la Naturaleza no da saltos, pues consiste en un desarrollo mecánico continuo.

7. El Reino de la Naturaleza y el Reino de la Gracia

Leibniz distinguía entre el «Mundo Moral» y el «Mundo Natural», pero admite que hay armonía «entre el reino Físico de la Naturaleza y el reino Moral de la Gracia, es decir, entre Dios considerado como Arquitecto de la Máquina del universo y Dios considerado como Monarca de la ciudad divina de los Espíritus» (Monadología § 87). Asimismo, el Dios de Leibniz tiene más relación con el Nous de Anaxágoras que con el Acto Puro de Aristóteles, en tanto que se trata del Logos que, como razón universal, elige lo más racional.

Así podríamos clasificar la ontología especial leibniciana: «el reino de la Naturaleza (M1), que es un reino de apariencias o phaenomena bene fundata; el reino del Espíritu, que es el reino de las Mónadas (entendidas como entelequias o almas: Monadología, 63, 66), y que corresponde a M2, y Dios, como fundamento de la armonía, espacio de los posibles (M3)» (Gustavo Bueno, Ensayos materialistas, pág. 54).

La filosofía de Leibniz es un eslabón insoslayable de la secularización, proceso de inversión teológica mediante, del Reino de la Gracia en el Reino de la Cultura.

8. ¿Es posible un Leibniz materialista?

Si –como decimos desde el materialismo filosófico– espiritualista es toda posición que defiende la posibilidad de vivientes incorpóreos y materialista el que defiende la imposibilidad de tales vivientes, entonces Leibniz tiene destellos de filósofo materialista. «Postular que toda alma haya de tener cuerpo es tanto como postular que toda alma (sustancia) haya de estar en coordinación con otras sustancias. De esta coordinación que, en realidad, es la coordinación del encuentro de las energías de cada sustancia brota el fenómeno del espacio y la zona de influencia espacial de cada centro sustancial energético será un compuesto con respecto del cual el alma o mónada viene a desempeñar la función de una forma (Gestalt) o entelequia aristotélica (§ 62)» (Gustavo Bueno, «Introducción a la Monadología de Leibniz», págs. 29-30).

No obstante, para Leibniz espacio y tiempo son fenómenos bien fundados (phenomena bene fundata), con lo cual prefigura el idealismo trascendental de las formas estéticas a priori de la sensibilidad que sostendría Kant. El tiempo se restringe al interior de cada mónada y el espacio al conjunto de todas las mónadas. (Daniel López Rodríguez · Godofredo Leibniz · 15 de mayo de 2019)

Sus principales obras son: Discurso de metafísica (1686), Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (1705), Ensayos de Teodicea (1710, único libro publicado en vida de su autor) y la Monadología (1714).

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