Federico Hölderlin

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El 20 de marzo de 1770, nació el gran poeta lírico alemán del romanticismo, Friedrich Hölderlin. Hölderlin fue también un importante pensador en el desarrollo del idealismo alemán, en particular por su temprana asociación e influencia filosófica en sus compañeros de seminario Jorge Guillermo Federico Hegel y Federico Guillermo José Schelling. La poesía de Hölderlin, ampliamente reconocida hoy en día como uno de los puntos más altos de la literatura alemana, fue poco conocida o comprendida durante su vida y fue en gran medida ignorada durante el resto del siglo XIX.

Federico Hölderlin nació en Lauffen am Neckar en el Ducado de Württemberg, donde fue criado por su madre, porque su padre, el administrador de una finca eclesiástica, ya había muerto cuando el niño tenía sólo dos años. En 1774, la madre de Hölderlin, Johanna Christina Hölderlin, que entonces tenía 26 años, se casó con el consejero Gock, alcalde de Nürtingen, que murió cuando Hölderlin tenía nueve años. Federico Hölderlin fue criado por su madre, dos veces viuda, en un ambiente religioso. Después de visitar la escuela en Denkendorf y Maulbronn, Hölderlin estudió teología en la Fundación Tübinger, donde sus compañeros de estudios incluyeron a Jorge Guillermo Federico Hegel y Federico Guillermo José Schelling, que se convertirían en importantes figuras de la filosofía del idealismo alemán.

Hölderlin llegó a Jena en 1794, después de que Juan Teófilo Fichte se hiciera cargo de la cátedra de filosofía allí y a cuyas clases Hölderlin asistía con entusiasmo. Durante ese período, Hölderlin fue un firme partidario de la Revolución Francesa, que fue vista por muchos intelectuales alemanes como una fuente de esperanza para el futuro. Hölderlin encontró un puesto como tutor privado. Al mismo tiempo, Hölderlin conoció a Federico Schiller y a Juan Wolfgang Goethe, y comenzó a escribir su novela epistolar Hiperión, que se convertiría en su obra maestra. Las opiniones éticas de Hölderlin enfatizan la comprensión de la vida como dividida entre dos principios: el anhelo de esta unidad original y el deseo de la libertad de afirmarse constantemente. Su novela Hiperión ilustra esta lucha y cómo la integración de estos dos principios se establece como una meta para la vida.

Como tutor en Frankfurt de 1796 a 1798 se enamoró de Susette Gontard, la esposa de su patrón. El sentimiento era mutuo, y esta relación fue la más importante en la vida de Hölderlin, que se dirigió a Susette en su poesía bajo el nombre de "Diotima". Su aventura fue descubierta y Hölderlin fue duramente despedido. El trastorno emocional causado por el fin de la imposible relación con Susette tuvo un efecto perjudicial en su salud. En 1800, después de su desilusión con la filosofía que le llevó a abandonar cualquier plan para encontrar un puesto académico, pasó un año recuperándose en Suiza y decidió dedicar el resto de su vida a escribir poesía. Sin embargo, en 1802, la noticia de la muerte de Susette le llevó casi a la locura. Mientras tanto, Hölderlin había encontrado una sinecura como bibliotecario de la corte en su ciudad natal de Nürtingen. El tratamiento le permitió continuar escribiendo a intervalos mientras trabajaba como bibliotecario en Homburg hasta 1807 cuando se volvió loco (aunque inofensivo).

Al año siguiente Hölderlin fue dado de alta como incurable y le dieron tres años de vida, pero fue acogido por el carpintero Ernst Zimmer (un hombre culto, que había leído Hiperión) y le dieron una habitación en su casa de Tubinga, que había sido una torre en la antigua muralla de la ciudad, con vistas al río Neckar y a los prados. Zimmer y su familia cuidaron de Hölderlin hasta su muerte en 1843. Hölderlin continuó escribiendo poesía de una simplicidad y formalidad muy distinta a la que había estado escribiendo hasta 1805. Con el tiempo se convirtió en una especie de atracción turística menor y fue visitado por viajeros curiosos y cazadores de autógrafos. A menudo tocaba el piano o escribía espontáneamente versos cortos para estos visitantes, limitándose a temas convencionales como Grecia, las estaciones o el espíritu de los tiempos, puros en su versificación pero casi vacíos de afecto, aunque algunos de ellos tienen una belleza penetrante y han sido musicados por muchos compositores.